Bandera Argentina

Estela Díaz – Feminismo popular: entre el movimiento y la institucionalidad

Estela Díaz

Militante social, sindical y feminista. Fue Secretaria de Género a nivel nacional de la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina). Integra el Consejo Directivo del Fondo de Mujeres del Sur y la Campaña Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Integra también la Comisión de Mujeres y géneros del Instituto Patria. Actualmente se desempeña como Ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires

ABSTRACT

El próximo 10 de diciembre se cumplen los dos primeros años de gestión del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires. ¿Cómo construimos el Ministerio? ¿Cuáles son los resortes fundamentales para gestionar políticas públicas en clave de género? ¿Cómo se institucionalizó el feminismo bonaerense? ¿Cuál es el discurrir de las relaciones entre movimiento e institucionalidad estatal?

En contexto nacional y regional

Los procesos sociales y políticos tienen tiempos de avances y otros de repliegue. En América Latina el siglo XXI se inicia con gobiernos de signo popular, progresista; pero Honduras y Paraguay inauguran tiempos de los llamados “golpes blandos”, con sus consecuentes retrocesos institucionales. Luego se les sumaron Brasil y Bolivia, cada vez más violentos, incluso, con la presencia de las fuerzas armadas en las calles como fue el caso de Bolivia. En otros, como Argentina o Uruguay, las derrotas fueron dadas por recambios en elecciones.

Pero a diferencia de lo ocurrido durante los 80 y los 90, en esta oportunidad la posibilidad de recuperación de sendas populares es más rápida: en nuestro país con el triunfo electoral de Frente de Todos en el año 2019 y en Bolivia con la presidencia de Arce en 2020.

La diferencia también es que no volvemos a foja cero. El acumulado en avance de derechos y el fortalecimiento de los feminismos, en los tiempos de gobiernos populares, fue robusteciendo la capacidad de movilización y la conciencia política para seguir, como en Argentina, dando peleas por ampliar derechos incluso durante el gobierno neoliberal, cuando el conjunto de las políticas iban en retroceso.

A partir de las enormes movilizaciones que se inician en el 2015 se instaura lo que algunas teóricas llaman una ‘cuarta ola feminista’. Esto puede debatirse, como toda periodización y denominación, pero es útil para analizar el proceso que se inaugura a partir de las masivas movilizaciones de las mujeres y el feminismo, en América Latina especialmente, pero en todo el mundo también. Se abre un tiempo con algunos rasgos distintivos: se produce una vuelta fuerte a la internacionalización del movimiento, es decir, se articulan nuestras luchas, nuestras demandas, incluso las consignas. Es una oleada que viene desde el Sur, con una fuerte demanda antineoliberal y descolonial y con niveles muy altos de movilización masiva.

Uno de los ejemplos de la internacionalización de consignas y símbolos se da en las movilizaciones por el derecho al aborto. Las imágenes de las movilizaciones en Paraguay o Chile podrían ser las fotos de cualquiera de las movilizaciones por el derecho al aborto que hubo en Argentina. Para nuestro país, la ley uruguaya fue un impulso muy significativo en la conquista de derechos, incluso con las objeciones que podamos hacerle; también nos ayudó el cambio normativo en la Ciudad de México. En ese sentido, no tenemos dudas de que la conquista del aborto legal, seguro y gratuito en la Argentina está impactando favorablemente en los procesos de los otros países de la región.

Luego de la pandemia el mundo es más desigual, más injusto, con más niveles de concentración de poder, también en los países desarrollados. La vida es peor para las mujeres y las diversidades sexuales en el mundo entero. En este contexto, las movilizaciones masivas feministas a escala global se levantan como una fuerte voz antiliberal; contexto que profundiza los desafíos que el movimiento popular tiene a la hora de gobernar y seguir organizándose.

De las calles a la institucionalidad gubernamental

Cuando el Frente de Todos, Todas y Todes gana las elecciones en 2019 se crean el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires[i]. Esta decisión coloca por primera vez en los principales lugares de gobierno el mecanismo para las políticas de género y diversidad. Decisiones políticas que podemos leer en la historia de los gobiernos peronistas —nacionales y populares— que erigieron en los planos de la institucionalidad estatal las demandas de amplios colectivos sociales.

Puede verificarse en el primer gobierno peronista (1945-1955), con los derechos del trabajo, la ancianidad, la niñez, y especialmente con los derechos civiles y políticos de las mujeres; en el período kirchnerista (2003-2015), donde la agenda de derechos humanos se vuelve política de Estado, pero además se avanza con el matrimonio igualitario, la identidad de género, en el marco de un crecimiento sostenido del empleo registrado y políticas universales de derechos económicos, sociales, culturales.

En la provincia de Buenos Aires tenemos enormes desafíos. Es la más grande del país, con 17 millones de habitantes, 135 municipios, con una diversidad geográfica y humana que va desde parajes, poblaciones rurales, isleñas, hasta las ciudades más grandes de la Argentina. ¿Qué nos encontramos nosotras al llegar a la gestión? Que hasta en las localidades más pequeñas, de cinco mil habitantes, por ejemplo, se constituyeron colectivas feministas. Algunos dirigentes políticos varones de esas localidades lo reconocen: lo único que pasó de novedad, en términos políticos, durante las últimas décadas en esos pueblos es el feminismo y la organización de las mujeres. Para quienes nos toca tener la responsabilidad de gestión, esto es una enorme fortaleza. También es un gran desafío, porque las expectativas son muy altas y la complejidad de los fenómenos a abordar es enorme. Estamos enfrentando políticas públicas encargadas de desigualdades y problemas muy estructurales.

Para conformar nuestra superestructura ministerial no tuvimos dudas que nuestro gabinete se debía nutrir de la militancia. Son compañeras y compañeros que vienen de las calles, del activismo. Al momento de la creación del Ministerio no tuvimos, ni hoy sostenemos, una concepción tecnócrata. Los principales saberes que necesitamos en la gestión pública se han construido en las luchas, en la resistencia, en la formación que las compañeras en el activismo y de manera autodidacta. Algunas pasando por la academia, otras no, considerando también a una academia que muchas veces se resiste a incorporar la perspectiva feminista. Lo fundamental que necesitamos para gestionar en clave de género y construir el Ministerio lo traemos de poner el cuerpo en cada uno de los temas, que ahora nos demanda respuestas desde la gestión pública.

Desde el inicio también tuvimos conciencia de que las demandas y reclamos, así como las tensiones por visiones diversas, no se iban a demorar mucho. La luna de miel es corta cuando tenés que responder con políticas públicas; es más corta para las mujeres, y no solamente por parte de quienes siempre fueron contradictores de estas políticas. Con un problema adicional que es la necesidad de construir institucionalidad que se consolide en los principales planos de gobierno. Frente al primer femicidio con impacto mediático, surge rápida la pregunta: ¿para qué hay un ministerio? Algo que jamás ocurre frente a hechos que tienen como responsabilidad otros ámbitos de gobierno, como por ejemplo frente a robos, a problemas de salud de la población, o al endeudamiento del país. Las trampas del patriarcado se diseminan en acciones explícitas, pero también en otras más sutiles, y siempre tenemos que estar pagando derechos de recién llegadas. Esto duplica el desafío, que lo vuelve institucional, pero a la vez instituyente.

Sabemos que en el feminismo ha habido tensiones entre visiones más autonomistas y otras más institucionales. Con cierto escepticismo surge la pregunta: ¿hasta dónde se puede construir un Estado feminista? Reconocemos que el Estado sigue siendo una organización patriarcal y, sin embargo, nos deja hendijas, espacios para habitar. No es poco.

¿Qué aparece entonces en esta tensión? Es interesante observar, al menos en el estadio en el que estamos en Argentina de construcción de los primeros ministerios, que hay una agenda bastante transversal entre el resto de los organismos de gobierno. Muchos de los otros ministerios han incorporado o planean incorporar políticas y/o acciones en clave de género: desde los presupuestos, a los temas de vivienda, salud, como los más clásicos que se ligan con la agenda de género. A su vez, atravesamos el desafío de cómo se sigue fortaleciendo el movimiento. Estamos en un tiempo que nos posibilita reducir la distancia entre los cambios legales- formales y las transformaciones concretas en las prácticas institucionales y políticas. Para que esto se logre, no alcanza sólo con la voluntad de un gobierno. Es necesario que el movimiento y las organizaciones se sigan fortaleciendo, porque, tal cual se dijo, los avances conviven siempre con amenazas.

La pandemia desmovilizó al mundo entero y también a nuestro movimiento. Saber hoy en qué punto estamos es difícil porque nos tuvimos que replegar. Vivimos una situación de excepcionalidad enorme. El desafío del feminismo hoy es poder acompañar el debate de la post pandemia, que además nos atravesó especialmente a las mujeres. Fue un año y medio tremendo para la sociedad. Hay afectación emocional y mucha incertidumbre con respecto al futuro. En Argentina, a la fecha, murieron más de 115 mil personas. Se extremó el sistema de salud para garantizar camas, respiradores; fuimos de los primeros países en conseguir vacunas, hoy tenemos vacunación masiva, incluso completando el calendario a los niños, niñas, niñes de 3 a 11 años, tenemos ya tercera dosis, cualquier turista se puede vacunar libre en Argentina, sin embargo, alcanzamos más de 115.000 mil muertes. Se compara este tiempo con una posguerra. En los tiempos de reconstrucción, va a ser muy importante el papel de los feminismos y las organizaciones populares, porque se vuelve necesario procesar colectivamente lo que nos pasó. Los traumas pueden silenciarse y seguir para adelante. Sabemos que esa no es la mejor opción. Aprendimos con los feminismos que lo personal es político. En tiempos como este la reflexión compartida, que dé lugar para ponerle voz al impacto emocional que vivimos, será central para los tiempos de la reconstrucción.

Lo que viene: una agenda feminista frente a la desigualdad

En 2015 en Argentina se perdió un gobierno popular por elecciones y ganó una alianza liberal de derecha; sin embargo, el movimiento feminista siguió creciendo y articuló dos cuestiones de modo muy potente: se mantuvo una alianza transversal por el derecho al aborto legal, que incluía expresiones de la derecha gobernante, a la vez que el conjunto del movimiento creció en un claro sentido antineoliberal, resistiendo a las políticas del macrismo, con incidencia en la derrota electoral de Juntos por el Cambio en el año 2019. La juventud que se movilizó en 2018 por el debate en el Congreso del aborto, conocida como la marea verde, trascendió como proceso social la cuestión convocante de la despenalización y legalización del aborto. Hubo una conciencia de autonomía de esas juventudes, que fueron las que se movilizaron masivamente, que los colocó en el espacio de lo público, multitudinario y colectivo, como motor de la definición del propio proyecto de vida.

La llegada del Frente de Todxs al gobierno cumplió con la demanda social, no sólo al incorporar en los principales rangos de gestión las políticas de género, sino también promoviendo el debate del aborto legal y garantizando su sanción. Hoy, en la provincia de Buenos Aires, crece todos los días la atención del sistema de salud, pero también en el rediseño de consejerías integrales en salud y derechos sexuales y reproductivos, que se plantean convocar a las colectivas organizadas en todo el territorio bonaerense, para ser parte del acceso a derechos. Además, se incorporan otros temas como la gestión menstrual, el acceso a métodos anticonceptivos, la ILE/IVE[ii], la Ley de los Mil Días, el parto respetado, las crianzas despatriarcalizadas, con ternura.

Desde el equipo de gobierno del Ministerio tenemos presente un desafío y dilema central en la gestión, que es lograr la articulación gobierno-Estado-organizaciones, a la vez que nos planteamos que es el tiempo para colocar en el centro las problemáticas de la desigualdad económica y social: el trabajo, los cuidados, la tierra, la vivienda, como agenda urgente. Estamos creciendo a tasas más altas que las presupuestadas para el presente año, pero con niveles de desigualdad mayores. Está claro que el desafío del crecimiento es con distribución de riqueza. Con salarios y jubilaciones que le ganen a la inflación. Pero esta vez necesitamos que este debate no sea volviendo a borrar las desigualdades de género, porque la pandemia, la neoliberal del macrismo y luego la de COVID, nos dejó más atrás, con pérdida incluso de participación laboral para las mujeres. Como gestión, y como movimiento, tenemos que poder robustecer esta agenda con inteligencia, con articulación y capacidad movilizadora.

Las utopías positivas del inicio de la pandemia ya quedaron definitivamente atrás. El mundo está más desigual y convivimos con mucha inestabilidad en democracias que se vuelven más frágiles frente a la enorme concentración de poder. En América Latina estamos otra vez en un tiempo donde lo que se pone en cuestión es la defensa de las democracias y, por lo tanto, de nuestra paz. Una paz que sólo se logra con inclusión, con justicia, con derechos conquistados. Tenemos que aprovechar la potencia de un movimiento, como el movimiento feminista que tanto nos ha enseñado. Y cuando estamos en el gobierno, como nuestro caso ahora, tenemos que ganar tiempo y consolidar institucionalmente la perspectiva de género. Queremos dejar políticas y programas que trasciendan nuestras circunstancias, es decir, nuestro paso por la gestión. Nuestra obsesión es cómo construir una gestión con la potencia necesaria para trascender la temporalidad de un mandato de cuatro años.

Este feminismo nuestro, del Sur, que supo ganar masividad y movilización, con efectividad política, tiene que saber profundizar en la agenda de la desigualdad económica y social, en los problemas de las deudas externas e internas, como una agenda fundamental para pensar el futuro que nos merecemos. Ahí es donde los feminismos con la creatividad histórica deben seguir construyendo y articulando respuestas y propuestas.

 

 

[i] De las 24 jurisdicciones del país solo tres tienen rango ministerial (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe). En el resto son secretarias de Estado que no llegan al rango de ministerio.

[ii] ILE: refiere al Protocolo para el acceso a la interrupción legal del embarazo. IVE. Protocolo para el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo (Ley 27610).