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Día Mundial de la Eficiencia Energética: el mensaje de la Defensoría

Resulta imperioso promover la optimización de los procesos de producción y consumo de energía, desarrollar fuentes de energía renovables y fomentar el consumo responsable. Las grandes ciudades del mundo hoy promueven la electrificación del transporte (micros eléctricos, por ejemplo), la reducción del tráfico de vehículos particulares, el desarrollo de un transporte público eficiente y eficaz y la movilidad sostenible (como el uso generalizado de las bicicletas).

Cada 5 de marzo se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Eficiencia Energética. Esta iniciativa fue establecida durante la Primera Conferencia Internacional de la Eficiencia Energética, que se realizó en Austria en 1998, con la presencia de más de 50 países y la participación de cientos de especialistas. El objetivo de esta conmemoración es sensibilizar acerca de la necesidad de reducir el consumo energético.

El cambio climático amenaza a todo el planeta por medio de transformaciones como la suba del nivel del mar, el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones, sequías, olas de calor o bajantes de los cursos de agua) o la acidificación de los mares, todo lo cual compromete el futuro de la vida tal como la conocimos durante los últimos dos o tres siglos.

Estos cambios se producen debido a los llamados Gases de Efecto Invernadero (los GEI), que son emitidos a la atmósfera por muchas y diversas actividades humanas, especialmente la quema de combustibles fósiles para el transporte, para producir electricidad o para enfriar/calentar a las grandes ciudades del planeta. Aproximadamente las dos terceras partes de las emisiones de GEI se deben a la quema de combustibles fósiles.

Es necesario, entonces, impulsar la eficiencia energética, esto es, promover la optimización de los procesos de producción y consumo de energía, desarrollar fuentes de energía renovables o fomentar el consumo responsable. En este marco, las grandes ciudades del mundo hoy promueven la electrificación del transporte (micros eléctricos, por ejemplo), la reducción del tráfico de vehículos particulares, el desarrollo de un transporte público eficiente y eficaz, o la movilidad sostenible (como el uso generalizado de las bicicletas).

A su vez, se impulsa el uso de sistemas de iluminación sostenibles para los espacios públicos y la promoción de nuevos criterios constructivos, para que los edificios cuenten con sistemas de climatización que minimicen el gasto energético. Al respecto, ya existen Certificados de Eficiencia Energética para edificios, como los llamados LEED (desarrollados en los Estados Unidos) o los BREAM (desarrollados en Gran Bretaña). Uno y otros son útiles para verificar la sostenibilidad y la eficiencia energética de las nuevas edificaciones – y sería necesario que en la Ciudad de Buenos Aires se comience a trabajar en este sentido.

Debido a un problema de escala, la mayor responsabilidad en este proceso se encuentra en manos de los Estados y de las grandes empresas. No obstante, la ciudadanía también puede colaborar con una serie de medidas sencillas que, sumadas, también contribuyen a la disminución de los GEI, como apagar luces y dispositivos eléctricos cuando no se están usando, utilizar lámparas tipo LED en lugar de las convencionales o sustituir electrodomésticos antiguos por otros más modernos que consumen menos energía – siempre en la medida de las posibilidades económicas de cada familia.