Más allá de pericias y discusiones acerca de los abusos que pudiera haber sufrido la joven, su muerte debe encuadrarse en la figura penal de homicidio agravado por violencia de género. Es tiempo que las autoridades judiciales den mensajes claros a la sociedad con respecto a este tipo de crímenes y dejen de ser funcionales a la estructura patriarcal de nuestra sociedad.
La muerte de Lucía se produjo en una clara situación de dominación en las que dos o tres adultos varones, a pesar de sus 16 años, le vendieron droga, mantuvieron relaciones sexuales con ella y la llevaron muerta al centro de salud. Tanto el consumo de Lucía que terminó con su vida como el modo de relacionarse con estos varones, estuvo signado por la desigualdad y la dominación.
La violencia de género debe entenderse más allá de lesiones físicas o visibles y es imprescindible una apreciación de pruebas judiciales, pericias y penas que contenga esta perspectiva para evitar que sigan matando mujeres.
El Observatorio de Femicidios de Argentina «Adriana Marisel Zambrano», que depende de la Casa del Encuentro, presentó un informe que revela que cada 32 horas se comete un femicidio en la Argentina. Los hombres, que somos los responsables de estas situaciones aberrantes, tenemos que estar al frente de la lucha contra la violencia de género y asumir que los femicidios son responsabilidad nuestra y trabajar por un verdadero cambio cultural.
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