Asesinado a tiros por un vecino – quien aparentemente lo confundió con un ladrón-, el episodio debe inscribirse en las ya demasiado frecuentes respuestas cargadas de violencia irracional por parte de la ciudadanía.
Responder con un arma cargada frente a un hecho desconocido trae aparejadas consecuencias imprevisibles. Por ejemplo, la de asesinar a una persona inocente, situada en el lugar equivocado a la hora equivocada. La defensa propia que pueda argumentarse en este u otros casos similares tiene una especificidad: debe haber una intención de daño o agresión a todas luces inexistente en el joven grafitero.
Desde la Defensoría del Pueblo llamamos a profundizar el debate y las acciones de prevención sobre las distintas formas de violencia que nos atraviesan. Es necesario generar un mensaje muy potente que llegue al corazón y a la conciencia de la población. El camino para superar la violencia es revisar nuestras prácticas, y fortalecer las instituciones del Estado y de la comunidad. Monitorear el funcionamiento de las instituciones que deben velar por la seguridad ciudadana y generar el espacio de participación para que su cumplimiento sea real.
Frente a cualquier hecho que amenace aparentemente la seguridad personal, es preciso acudir a los organismos públicos y exigirles rapidez y eficacia. Nuestro rol desde la Defensoría del Pueblo será ampliar las acciones de control para que los y las ciudadanas no incurran en conductas que solamente amplíen la espiral de violencia y generen nuevos sufrimientos.