Vivimos un momento particular, inusual e histórico como consecuencia del COVID-19 el cual ha ocasionado distintas transformaciones donde pasar a celebrar la diversidad de toda la niñez y festejar el Día de las Infancias permite dar cuenta de las múltiples realidades de vida de niñas, niños y adolescentes.
La importancia que se le da al espacio lúdico en la niñez está contemplado en la Convención de los Derechos del Niño/a y en la ley local114.
Visibilizar los cambios producidos de los últimos años en el espacio social, cultural y normativo que trabaja en pos de desnaturalizar y derribar inequidades incluye el lenguaje, el cual construye sentido de lo social y práctica cultural que refleja y reproduce desigualdades. Los juegos –esas actividades que realizan niños y niñas con la finalidad de divertirse- contribuyen con el desarrollo y bienestar tanto para sí mismos como para los demás. Permiten que puedan crear, expresar sus emociones e ideas, incorporar capacidades, adquirir destrezas, disfrutar y gozar de la infancia, como así también desarrollar su intelecto y combinar pensamientos, expresiones y fantasías.
Los juguetes dan lugar a la creación y la fantasía, motivan a la niñez a estimular su imaginación y a experimentar y explorar la realidad. Por eso, es importante subrayar que los juguetes no tienen género, lo que existe es el sesgo sexista que se hace de ellos a través de estereotipos.
Es en este marco actual de los acontecimientos donde es importante contar con juguetes libres de género, clasificados según su temática pero sin hacer distinción entre productos para niñas y niños, entendiendo que jugar es una actividad universal que trasciende categorías de género y que cada uno/a pueda elegir con qué quieren jugar, sin que nada ni nadie limite sus intereses y deseos, accediendo a todo tipo de utensilios y herramientas, ampliando su espectro de elecciones futuras.
Hay muchas maneras de vivir las niñeces, por lo que una política pública que ayuda a visibilizar estrategias para dar cumplimiento de la Ley 26150 de Educación Sexual Integral permite revertir prácticas culturales que generan desigualdad. Robustecer los derechos de las niñeces y adolescencias es forjarles como protagonistas de su propia vida.