Los avances médicos y científicos experimentados durante las últimas décadas han permitido que la población de personas mayores crezca en número y proporción. Hacia 2015, este universo de personas alcanzaba los 900 millones de habitantes en todo el mundo y, de acuerdo a distintas estimaciones, se calcula que en la actualidad dicho número podría haber aumentado en 50 millones. Extendiendo las proyecciones, se espera que los mayores de 60 años alcance los 1400 millones de personas en 2030, y los 2000 millones en 2050, momento en el cual que este grupo etario superaría en número a los habitantes más jóvenes del planeta.
En el caso argentino, el envejecimiento de la sociedad resulta evidente desde la década del 70, se aceleró en las siguientes y se espera que experimente una profundización aún mayor en años venideros. Datos del INDEC registran que el porcentaje de personas mayores de 65 años pasó del 7% en 1970 al 10,23% en 2010. Por otra parte, proyecciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) indican que el 25% de la población argentina tendrá 60 años o más hacia 2050.
A lo largo de la historia las personas mayores desempeñaron un papel social trascendental como líderes y referentes. Sin embargo, el paso de los años también puede acarrear vulnerabilidades y enfermedades, distintas formas de discriminación o la vulneración de derechos que supone vivir en condiciones de pobreza.
Ante este escenario, es importante incentivar la participación de estas personas en la vida social, económica y política así como reducir las numerosas desigualdades a las que se enfrentan. En línea con lo que establece el décimo ODS de la Agenda 2030 en cuanto a la reducción de las desigualdades, resulta fundamental incluir y empoderar a las personas mayores en todos los ámbitos del desarrollo.
Asimismo, una sociedad que promueva la integración de todas las edades debe tener en cuenta el envejecimiento a lo largo de todo el ciclo vital y educar e informar sobre este proceso a las generaciones más jóvenes.
Sin embargo, al poner la lupa en las condiciones de vida que transitan los personas mayores en América Latina, se advierte la vulneración de una serie de derechos, tal como la falta de cuidados y las limitaciones en el acceso a servicios de salud de calidad y a la seguridad social, como así también distintas formas de discriminación y maltrato, tanto en la vida cotidiana como en el ámbito del trabajo.
En función de todo esto, y con el firme propósito de bregar por la integración de las personas de todas las edades, resulta imprescindible identificar y promover acciones, habilidades, profesiones, oficios y actividades intergeneracionales mediante los cuales las personas mayores puedan contribuir al desarrollo y bienestar social general de las comunidades de las que forman parte.
Si el grado de desarrollo de una sociedad se mide por el modo en el que trata a sus miembros más débiles, tal como niños, niñas y mayores, el Día Internacional de las Personas de Edad es una ocasión perfecta para promover sus derechos y crear conciencia sobre las oportunidades y los desafíos del envejecimiento en el mundo de hoy.