La tolerancia, especialmente hacia aquellas cosas que pueden incomodar o molestar, es una virtud que engrandece a las personas. Y es una actitud, aunque desde luego no la única, que moldea una sociedad justa, equitativa y respetuosa. Pero cuando el camino es el opuesto es cuando se vulneran los derechos individuales y la convivencia se vuelve imposible. Entonces, la sociedad misma pierde. Todos perdemos.
La discriminación a dos chicas la semana pasada en el restorante La Biela, del barrio porteño de Recoleta, por estar besándose y acariciándose en público, tiene mucho de eso. Así lo entienden en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y por eso decidieron tomar cartas en el asunto para ayudar a las víctimas y detener la intolerancia.
El Defensor del Pueblo porteño, Alejandro Amor, y la Directora del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría, María Rachid, se reunieron con Belén Arena, una de las chicas discriminadas, y dispusieron darle un patrocinio jurídico a la pareja en su demanda civil a las autoridades del restorante al tiempo que realizarán un curso en el establecimiento para sensibilizar en cuestión de género al personal que allí trabaja. Además, Amor y Rachid intentarán convocar a una audiencia para que las autoridades de La Biela les pidan disculpas públicas a la pareja.
«Una nueva ley antidiscriminatoria podría dar respuestas más concretas y efectivas a las situaciones como las relatadas por esta pareja de mujeres en La Biela. Mientras tanto, desde el Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo vamos a intervenir con acciones concretas y ofrecerle asesoramiento jurídico a todas las personas que vivan situaciones de discriminación para seguir exigiendo el respeto que nos merecemos todas las personas y todas las familias”, sostuvo Rachid.
El hecho discriminatorio que denuncio la pareja ocurrió el lunes 29 de agosto alrededor de las 23: “En ese lapso llegó mi pareja al bar, angustiada por un problema personal y yo me senté a su lado a consolarla, acariciándole la mejilla y abrazándola. Hasta que llegó el mozo a increparnos”, contó Belén Arena. “Tienen que tranquilizarse, no pueden estar así acá”, detalló Belén y explicó que cuando le pidió mayores precisiones al empleado le contestó que fueran a discutir con el encargado del lugar.
«Entonces -continuó- me acerqué a hablar con este señor, a decirle que me estaban discriminando por lesbiana y me contestó que lo que hacíamos era inapropiado para el lugar. Le pregunté qué era exactamente lo que hacíamos, que lo verbalice; le pregunté si era consciente de que vivía en un país con ley de matrimonio igualitario y me contestó ‘sos una ridícula’”, declaró Belén y agregó: “Y cuando estoy por llamar al 911 me dice que no hace falta, que había una policía justo saliendo del baño que me llevó afuera agarrándome del hombro y una vez en la vereda me dijo que tenía que hacer la denuncia”.
«Fue como vivir en el mundo del revés. Viví la injusticia otra vez en carne propia, porque es la cuarta vez que me pasa”, cerró la joven.