Este proyecto fue impulsado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y se llevó adelante a partir del mes de abril de 2018. En el marco de este plan se sucedieron cambios en el menú escolar, que según explicaciones de los representantes del Ejecutivo porteño, tenían por propósito mejorar la calidad nutricional del menú escolar haciendolo “más saludable”, en virtud de afirmaciones acerca de los problemas de sobrepeso que tendrían los chicos de la Ciudad en edad escolar.
Dentro de la nueva propuesta alimentaria se anunció la incorporación de una fruta diaria, ensaladas en los almuerzos, menos pastas, la eliminación del pan en la mesa, la incorporación de nuevos platos como tortilla de verdura y carne de cerdo, y nuevos alimentos como las galletitas de avena para los desayunos. También se incluyó el sandwich de pan integral con queso en los refrigerios, a la vez que se informó que se suprimirían los fiambres, las salchichas, el medallón de pollo y y el tradicional alfajor.
No obstante, el impacto generado por la eliminación de algunos alimentos (principalmente el pan) y las modificaciones establecidas en los menús motivaron una serie de reclamos en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por parte de integrantes de la comunidad educativa, según los cuales se trataría de un “ajuste” y de la reducción de raciones.
Los denunciantes manifestaron que la nueva dieta del Gobierno tenía porciones insuficientes y los/as alumnos/as se quedaban con hambre, a la vez que solicitaron la “restitución del pan en el servicio de comedor”. Entre otras denuncias, aseguraron que “el costo del servicio de alimentación a pesar de la merma en la cantidad de alimentos no fue modificado y continúan brindándose alimentos altos en grasas, sodio y azúcares”.
En virtud de las denuncias recibidas, desde la Defensoría del Pueblo se pretendió conocer la realidad en los establecimientos escolares y qué comían los/as niños/as en los colegios luego del lanzamiento del plan. Para ello, se realizaron relevamientos a comedores de establecimientos escolares de gestión estatal y se mantuvieron reuniones con directivos e integrantes de la comunidad educativa. Como resultado, algunas de las manifestaciones que se destacaron por parte de los directores referidas a los reemplazos y eliminación de alimentos fueron que “si bien se brinda fruta casi todos los días, la variedad y el tamaño de la misma disminuyó, se redujo a la mitad y siempre es la misma”, “para algunos platos el pan es necesario como acompañamiento, y de todas formas era muy poco lo que se brindaba”, “el pan era brindado para acompañar los almuerzos, a razón de dos rodajas por chico, su eliminación, en muchos casos representó que el alumno se queda con hambre por ser la porción insuficiente”, situación que genera dificultades para la concentración y la realización de actividad física, entre otras. Asimismo, destacaron que “de todas formas para los alumnos que requieren dietas especiales por patologías, se realiza la adaptación del menú general, con los alimentos permitidos según el certificado médico correspondiente”.
Por las denuncias recibidas, desde el organismo se enviaron oficios hacia la Dirección General de Servicios a las Escuelas (DGSE), y se solicitó que brindaran respuesta a cada uno de los reclamos. A su vez, se confeccionó un estudio comparativo en función de los menús que se brindaban en años anteriores y los que se están implementando.
Así, se pudo constatar que la realidad en los comedores escolares es diferente a lo anunciado por el Gobierno de la Ciudad y que, en comparación con los menús que se brindaban en años anteriores, las preparaciones que forman parte del mosaico de comidas y los alimentos que las constituyen no han variado significativamente en cuánto a calidad y cantidad, el servicio de alimentación escolar es tercerizado y está a cargo de empresas concesionarias y la comida continúa siendo poca y de mala calidad. Las raciones del nuevo menú educativo son raciones chicas y si bien el pan ya no se entrega en los establecimientos, los reemplazos que se habían propuesto desde su lanzamiento no se evidenciaron.
Cabe mencionar que los comedores escolares de la Ciudad brindan el almuerzo a más de 120 mil chicos que pertenecen a los sectores más vulnerables de la población. En la CABA se brinda el servicio de comedor a poblaciones que se encuentran en situación de vulneración de derechos por la realidad socio-económica que atraviesan, y en tal sentido el plato de comida que pueden recibir en la escuela es el único al día.
El almuerzo en la niñez representa una comida principal y según las Pautas de Alimentación Saludables (PAS) debe cubrir del 30-35% del Valor Calórico Total diario. Por lo tanto, un almuerzo deficiente, recortado o escaso influye negativamente en el desarrollo físico e intelectual del niño.
El impacto negativo en la comunidad respecto de las modificaciones al menú escolar se debió en parte a que no se contemplaron las diferentes necesidades según distrito escolar, y a la poca o nula información que recibieron los padres y niños sobre las medidas tomadas, todo lo cual generó descontento. La falta de criterio nutricional adecuado a la hora de realizar reemplazos y el frecuente ajuste de raciones por parte de los concesionarios contratados, ocasionaron una merma en el gramaje final del plato y dieron un resultado negativo.
A su vez, resulta contradictorio que se continúen ofreciendo milanesas pre-elaboradas, medallones de pescado, fiambre de pollo y galletitas dulces, entre otros, con alto proceso de industrialización, y que los cortes de carne utilizados continúen siendo grasos en su mayoría y de mala calidad.
Respecto a la eliminación del pan en la mesa de los comedores escolares de la Ciudad de Buenos Aires, la respuesta brindada por parte de la Dirección General de Servicios a las Escuelas a la Defensoría fue que “el pan limitaba el aprovechamiento del plato principal”. Sin embargo, se observó en los establecimientos que el mismo significaba un complemento al gramaje insuficiente y a la imposibilidad de los niños de repetir el plato. No menos importante es el hecho de que estamos frente a un alimento de consumo habitual y que respeta los gustos y hábitos de la población en general, encontrándose contemplado en toda alimentación saludable y equilibrada, sin la necesidad de su eliminación, siempre y cuando se eviten los excesos, se controle la porción y no exista patología que lo contraindique sobre todo teniendo en cuenta que de acuerdo al objetivo buscado existe siempre la opción de incorporar una versión integral de “mejor perfil nutricional” y considerando que queda aún mucho por resolver en el campo de la alimentación.
En conclusión, para prevenir la obesidad y el sobrepeso resulta fundamental implementar políticas que garanticen el acceso a los alimentos saludables y a la actividad física periódica, sin dejar de tener presente la coexistencia en un mismo país, comunidad u hogar de la subnutrición y la obesidad que se observa frecuentemente. Para combatir el hambre y la malnutrición es necesario prestar atención a la condición de las personas, los hogares y territorios vulnerables. Por ello, es fundamental emplear enfoques sólidos y coherentes a la hora de la implementación de planes alimentarios teniendo en cuenta que la región enfrenta malnutrición tanto por déficit como por exceso.
Las políticas, los entornos, las escuelas y las comunidades son fundamentales, pues condicionan las decisiones de los padres y los niños, y pueden hacer que los alimentos más saludables y la actividad física regular sean la opción más sencilla (accesible, disponible y asequible) previniendo, así, la obesidad.