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Hacia un nuevo paradigma de la seguridad ciudadana

Ante un nuevo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, eje central de la misión de la Defensoría del Pueblo, Eduardo Peduto -titular del Centro de Protección de Datos Personales de la institución - efectuó algunas reflexiones sobre un tema fuertemente instalado en el imaginario de nuestra sociedad: la seguridad.

Por convicción o inducida por su presencia en el imaginario social, la seguridad determina por parte de autoridades nacionales, provinciales y municipales la adopción de políticas y acciones de ellas derivadas que, de manera riesgosa, nos muestran una colisión entre seguridad y el derecho de la ciudadanía a su privacidad e intimidad. Como lo establece la Constitución de la Ciudad, la privacidad y la intimidad junto a la confidencialidad son “parte inviolable de la dignidad humana”. Y es  la dignidad uno de los ejes vertebrales de los derechos humanos que, en las últimas décadas, han alcanzado su máximo desarrollo y su carácter multidimensional. Dicho en otros términos la dignidad no es otra cosa que el profundo respeto y valoración a todas las personas tanto como sujetos individuales como sociales en todas las dimensiones de su ciclo vital.

Esta integralidad de los derechos de las personas es el motor que llevó a  que fueran incorporados a nuestra Constitución Nacional, en su reforma de 1994, en su artículo 75, inciso 22 todos los tratados internacionales de derechos humanos suscritos y a suscribirse.

Ahora bien, ¿por qué esta colisión de la que hablamos al comienzo de nuestras reflexiones? ¿en qué ideario se inscribe esta colisión entre seguridad y privacidad e intimidad ciudadanas? A un reduccionismo riesgoso. Lamentablemente, en las últimas décadas, podemos observar que la noción de seguridad ciudadana ha quedado circunscrita, tanto en lo comunicacional como en el imaginario, a la prevención, disuasión o represión del delito y a las acciones que el Estado adopte o no al respecto. Este sesgo  ha llevado a que, en forma recurrente, se incurra en más de un exceso que termina coartando la libertad y la privacidad e intimidad de las personas. 

A esta altura de la lectura, seguramente muchos y muchas se preguntarán legítimamente en que se inscribe nuestra calificación de reduccionismo a la noción de seguridad imperante. Lo hacemos porque entendemos que contiene múltiples dimensiones tal como lo poseen la dignidad humana, los derechos humanos o la ciudadanía.

Empecemos, entonces, por definir qué se entiende por seguridad. Que algo sea considerado seguro debe estar revestido de las siguientes características: ofrecer confianza, certezas y ausencia de fallas u omisiones.

Dicho esto, formularemos una serie de preguntas a título sólo ilustrativo de algunas de las dimensiones a las que hicimos referencia párrafos atrás. ¿Hay acaso seguridad alimentaria? ¿Existe seguridad habitacional? ¿Tenemos seguridad sanitaria? ¿Gozamos de seguridad educativa? ¿Vivimos en un estadio de seguridad laboral y salarial? ¿Qué seguridad social y previsional poseen los jubilados y pensionados? ¿Son beneficiarios de la seguridad jurídica los sectores más vulnerados de nuestro cuerpo social?

Seguramente se nos podrá señalar, razonablemente, que se podría ampliar la enumeración de dimensiones a considerar. Pero, aunque nos quedemos sólo con las señaladas, estaremos poniendo en marcha el proceso de la puesta en valor del concepto de seguridad ciudadana y contribuyendo a la construcción de un nuevo paradigma de la seguridad. Porque todas y cada una de ellas expresan un aspecto de la protección de la vida y los bienes de las personas. No creemos equivocarnos al señalar que si las necesidades y derechos que expresan estas dimensiones se encuentran satisfechas, los recursos y acciones que despliega el Estado en el plano de la prevención, disuasión y represión del delito se verán significativamente reducidos.

Por eso, como en otras oportunidades, señalamos que nuestra misión cuando protegemos datos es que estamos protegiendo personas y cuando protegemos personas estamos protegiendo ciudadanía lo que, en este caso, significa empezar a bregar por la verdadera significación de la seguridad ciudadana.

Eduardo Peduto
Titular del Centro de Protección de Datos Personales de la Defensoría