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Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer: el mensaje del CPDP

"Redoblamos nuestro compromiso para contribuir a una estructura institucional que condene la violencia contra la mujer y a una transformación cultural en la que su dignidad adquiera el relieve que debe tener en un nuevo modelo basado en la igualdad y la equidad", sostuvo el titular del Centro de Protección de Datos Personales de la Defensoría, Eduardo Peduto.

El 25 de noviembre, instituido por las Naciones Unidas, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La fecha establecida -por iniciativa del movimiento feminista latinoamericano- es en memoria y homenaje a las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa) asesinadas por la dictadura de Rafael Trujillo en 1960.

Han pasado ya casi 60 años. Y, sin embargo, la violencia prosigue. Una violencia que se manifiesta en todos los ámbitos de la actividad humana: política, económica, social y cultural; y que lo hace a través de diferentes formas: física, psicológica o simbólica. Muchas veces de manera manifiesta, otras de manera sutil. Pero bajo sus diferentes formas y en todos los ámbitos no hace sino poner en acción uno de los atributos del modelo patriarcal: el ejercicio del poder de un género sobre otro. Ejercicio que se halla instalado aún de manera significativa en el imaginario social. Y, cuando sostenemos esto, no podemos omitir que esta instalación se halla presente en vastos segmentos de nuestra sociedad, estén éstos compuestos por hombres o por mujeres. 

Podríamos tomar muchos ejemplos de esta última aseveración. Sin entrar en repeticiones ya muy conocidas ni caer en lugares comunes, no se puede ignorar que este modelo patriarcal se refleja no tan sólo en acciones sino en la propia estructura de los tres poderes que componen el andamiaje institucional de la República Argentina. Un ejemplo manifiesto, grave por sus consecuencias, es la ausencia de perspectiva de género que se manifiesta de forma recurrente en varios juzgados y fueros del Poder Judicial en los que la víctima ha sido transformada en victimaria y cuyo corolario es su ilegítima perdida de libertad, a veces durante muchos años.

Pero también nos encontramos con que este mismo fenómeno, que en muchos casos va mucho más allá de la perspectiva de género, en el llamado cuarto poder: el periodismo en las múltiples versiones que hoy nos ofrece; escrito, radial, televisivo y digital. Acá nos encontramos con dos tipos de producciones. La primera de ellas, vinculada con una forma ya naturalizada de tratamiento informativo sobre los aspectos macabros que rodean un delito cometido contra la mujer, y la segunda que se manifiesta en un trato frecuente en programas televisivos basado en la descalificación y denigración de la mujer, con un claro e intencional abandono de los principios éticos en el ejercicio del periodismo. Claro está que este abandono encuentra su justificación en la existencia de una audiencia que o bien se regodea en su propio morbo o, directamente, es cultor de los aspectos más oscuros del modelo patriarcal.

Si bien el clima de época podría inducirnos a afirmar que la visibilización del problema y la condena social a las diversas formas que adopta esta violencia viene experimentando un crecimiento geométrico, no podemos omitir que este mismo avance ha generado una reacción de agresividad creciente en distintos sectores de nuestra sociedad que persisten en la reivindicación del modelo patriarcal.

Esta formación reactiva y esta agresividad alcanzan un nivel superlativo en las denominadas redes sociales, así como en las otras formas que hoy nos ofrecen las nuevas Técnicas de Información y Comunicación (TIC’s), cuyas manifestaciones constituyen una violación flagrante de la privacidad e intimidad de un número significativo de mujeres. Estas manifestaciones nos permiten señalar dos aspectos que rompen con aseveraciones pre constituidas en torno a la edad y al origen social. Los que incurren en estas conductas, en su gran proporción, ni son adultos ni pertenecen a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, por el contrario, son personas jóvenes de la clase media y alta.  Frente a esto, si bien a fines del año pasado el Código Contravencional de la CABA -junto a otras normas que establecen sanciones frente a diversas formas de violencia contra las mujeres- incorporó a su cuerpo normativo sanciones a la violencia contra la mujer en el ámbito digital, lo cierto es que no ha tenido la difusión necesaria y su instalación en nuestra sociedad. El potencial anonimato que ofrecen a sus usuarios estas redes es un tentador acicate para desplegar conductas que muchas veces adquieren rasgos delictivos.

Varias de las características señaladas en relación con el ámbito digital hemos podido constatarlas en algunas de las acciones desarrolladas y en desarrollo por nuestro Centro de Protección de Datos Personales. Aquí nos enfrentamos a algunos escollos: el primero, de carácter comunicacional, es el bajo conocimiento de la ciudadanía acerca de sus derechos en este terreno que aunque en los últimos tiempos se viene acrecentando paulatinamente dista de alcanzar su nivel deseable; el segundo y que obedece a diversos factores es el relacionado con el comportamiento adoptado por los actores directos así como por los buscadores, aplicaciones y dominios de internet. Es así que nos encontramos con conductas  dolosas por parte de los victimarios pero también con una actitud entre displicente y resistente por parte de los intermediarios que más que amparar a los victimarios lo hacen con la clara intención de eludir o desconocer la legislación vigente en nuestro país.

En este contexto se pone en evidencia la necesidad de construir un nuevo modelo de relación social en el que entren en juego los conceptos de igualdad y equidad. Con este propósito se debe sustituir de raíz al modelo patriarcal la igualdad y la equidad deben ser pensados como cualidades complementarias de un nuevo modo de relaciones sociales.

Ahora bien, tanto este nuevo modelo así como las cualidades que ostente, no podrá alcanzarse si no se plasma una real y profunda transformación relacional en todos los espacios y en todas las edades. Se deben estudiar las formas en que esta modelización alcance su concreción en las relaciones familiares, las relaciones laborales, las relaciones deportivas, las relaciones académicas, las relaciones institucionales, además de desarrollar contenidos y actividades curriculares que permitan abordar la cuestión en todas las instancias educativas, desde el nivel inicial hasta la universidad.

Es por todo ello que como autoridad de protección de datos de nuestra Ciudad, redoblamos nuestro compromiso para contribuir no solo a ser parte de una estructura institucional que condene toda conducta que devenga en un ejercicio de la violencia contra la mujer sino, y fundamentalmente, a ser parte activa del desarrollo de una transformación cultural en la que la dignidad de las mujeres adquiera el relieve que debe tener en el marco de un nuevo modelo de entramado social, económico, político y cultural basado en la igualdad y la equidad.   

Eduardo Peduto
Unidad Centro de Protección de Datos Personales de la Defensoría del Pueblo de la CABA