«Ora, lee, lee, lee, relee, trabaja y encontrarás. Te vas clarividente». Esta máxima alquímica la encontramos en un curioso libro publicado en 1677 en Francia, su autor se esconde bajo el pseudónimo Altus, y cuyo título es Mutus Liber. El libro mudo consta de 15 planchas grabadas con imágenes, en las planchas XIV y XV leemos este misterioso texto que nos incita con vehemencia a la lectura y nos indica que para descubrir lo que buscamos ese es el camino.
Cada uno de nosotros podría contar la historia de su vida a través de la historia de sus propias lecturas y, sobre todo, de sus relecturas: un lector es quien relee, quien vuelve a las páginas del libro que una vez fueron marcadas y, luego, olvidadas o a esa oración, a ese verso, que ha quedado grabado en algún lugar de la memoria y vuelve a él como llamándolo. Jorge Luis Borges, lo sabía bien, dice en su poema Un lector: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído» y «el olvido es una de las formas de la memoria, su vago sótano, la otra cara secreta de la moneda».
Un libro es siempre nuevo porque nosotros nunca somos los mismos. El ejercicio de la lectura es alquímico, nos transforma, nos permite cambiar la mirada y la perspectiva que tenemos de nosotros mismos, de los otros, del mundo. Cada nueva lectura nos abre infinitas posibilidades; la posibilidad de cuestionarnos, de ser otros por un momento, de reinventarnos, de sumergirnos por completo en la vida y en la historia de personajes que luego, ya no queremos dejar porque se han hecho como amigos.
Eso es lo que recordamos cuando celebramos el Día del Lector, infinitas posibilidades que habitan las páginas de los libros de nuestras bibliotecas, de las bibliotecas de la ciudad, de nuestras librerías.
El gran lector que fue Jorge Luis Borges dejó esta vida ciego pero se fue clarividente; es en su homenaje que celebramos este día recordando su nacimiento, un 24 de agosto de 1899.
