La propuesta de la diputada Graciela Ocaña copia modelos de países superpoblados y grados de violencia extrema con índices muy superiores a los nuestros, como México. En Argentina y en la Ciudad de Buenos Aires en particular no podemos permitir este tipo de medidas. Separar a las mujeres en vagones especiales constituye una claudicación, una aceptación pasiva de que el Estado no tiene políticas para actuar frente a las situaciones de violencia.
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene mucho para hacer en materia de prevención de la violencia de género, ya que poco se ha avanzado en los últimos años. Hay que insistir en ampliar y desarrollar los modelos educativos que incluyan la cultura no sexista, en fortalecer dispositivos eficaces para la persecución real de agresores sexuales y violentos en general.
Y en los subterráneos en particular, ampliar los recorridos, continuar con el plan estratégico que se ha retrasado inexcusablemente, generar mayores espacios de ventilación y aire acondicionado solo existentes en algunos vagones y en escasas estaciones. Sería mucho más conducente emitir en la televisión cerrada -que los pasajeros observan mientras esperan el subte- mensajes audiovisuales que hagan a la igualdad y a la no violencia.
No generemos mayores niveles de segregación y desigualdad. Eduquemos para prevenir las violencias. Trabajemos por el cumplimiento de las leyes y los tratados internacionales de derechos humanos. El proyecto de Graciela Ocaña es un atajo que nos lleva al pasado.
María Elena Naddeo
Directora de Niñez, Adolescencia y Género de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires