Entrevista a Marcela Lagarde y de los Ríos

Marcela Lagarde y de los Ríos

Etnóloga y Maestra  en Ciencias   Antropológicas por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Nacional Autónoma de México, y  Doctora en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es presidenta de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres. A.C. Es coordinadora del Proyecto Violencia contra las Mujeres y Políticas de Gobierno en la Construcción de los Derechos Humanos de las Mujeres, auspiciada por UNIFEM. Es profesora de los Postgrados de Antropología y de Sociología y del Diplomado en Género y Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

 

REC: Comenzamos con una pregunta que no sabemos si es fácil o difícil. Muchas veces la hemos escuchado decir que el mundo necesita del feminismo, nuestra primera pregunta sería ¿por qué?

M.L: La respuesta a la pregunta es un gran paraguas donde caben muchos temas. Para empezar, el feminismo es para mí la gran capacidad que tienen millones de mujeres en el mundo para impulsar un cambio trascendente que implique la erradicación del patriarcado, que fue el verbo fuerte que usó la Convención Belem Do Para. No estamos aquí para disminuir o hacer vivible el patriarcado, estamos aquí para para plantear una propuesta alternativa -que ha planteado el feminismo de cada época y región en el mundo- y construir una sociedad y una cultura que reconozcan la igualdad como el principio fundamental del orden social, sin ese principio todos los otros principios se caen como fichas de dominó.

El feminismo es indispensable porque está planteando estos cambios, está diseñando y construyendo una ingeniería civilizatoria desde sus inicios hasta ahora. Así, el feminismo -que es una verdadera revolución social, paradigmática, del orden social- tiene una característica: no convoca a la violencia, principio fundamental de la política. Y dicho en positivo, el feminismo es esa cultura de paz que hemos contribuido a construir los movimientos feministas, como también los movimientos antimilitaristas y movimientos ambientales, es decir, todos los movimientos que proponen que otro mundo es posible, confluyen en el feminismo y le dan vida.

Visto a la inversa el feminismo asume todo ese conjunto de paradigmas particulares y los hace propios, y en ese dialogo muy enriquecedor hemos vivido los últimos tres siglos, aunque a veces hemos visto que casi desaparece la manifestación pública del feminismo. Sin embargo, sabemos que siempre resurge esa ola, por eso hablamos de olas del feminismo que se nutren en las anteriores y salen otra vez con más fuerzas.

Esto es lo que está pasando ahora, estamos en un auge impresionante del feminismo en nuestro tiempo como nunca se había dado en la historia de la humanidad. Nunca había habido tantos millones de mujeres comprometidas con esta causa en las calles, en las plazas, en radios, medios, en todas partes y con una agenda común, una agenda compartida desde lo regional y hasta globalmente, pues en esta época el feminismo es global. Y esto es lo que le da una fuerza a lo particular, a lo local que sin esa fuerza global podría sucumbir. En cambio, ahí hay un dialogo muy acompasado entre el crecimiento del feminismo y el desarrollo que nos proponemos.

El paradigma del feminismo va concretándose a cada paso, podemos decir que el paradigma del feminismo empezó solo como una crítica, a partir del pensamiento crítico moderno y después fue avanzando: de ser una crítica, una denuncia, una exigencia de justicia, se transformó en un paradigma total, articulado, con menciones insospechadas; la influencia del feminismo está en todas partes, incluso en el arte.

El feminismo pasó de la denuncia que seguimos haciendo a la construcción de la alternativa: cómo es la igualdad, cómo se define, en qué se posa la igualdad para hacer mejor el mundo.

El feminismo tiene una ganancia inicial, epistemológica, filosófica, retórica que produce en nuestra vida personal enormes transformaciones a favor de nosotras mismas y a favor de mujeres y hombres en un nuevo paradigma. Hoy lo vemos con la pandemia brutal que estamos viviendo, es tal vez la mayor catástrofe que ha vivido la humanidad como colectivo; aparece la pandemia y vemos como la llamada agenda feminista que hemos ido impulsando paso a paso localmente, parcialmente, hoy muestra sus bondades.

Entonces la primera ganancia es filosófica, con ella nos levantamos todos los días con el saber que hay que protegernos y cuidarnos, que hay que organizar un desarrollo pleno para todas las personas, para sus comunidades, un desarrollo equitativo, con justicia, un desarrollo humano sustentable con perspectiva de género feminista.

Martha Nussbaum, una mujer maravillosa, es una de las teóricas del paradigma del desarrollo humano sustentable que emergió en un encuentro con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Allí se concibió el diseño de indicadores, de la metodología, de la epistemología de esta alternativa que forma parte del feminismo. Sin duda, pensar cómo eliminar la justicia, la desigualdad, la pobreza, el hambre, etc. nos lleva necesariamente a implementar un paradigma de desarrollo humano global.

Tenemos ya una mirada, sabemos cómo se mide, cómo se cuenta, cómo avanza, cómo se paraliza, sabemos muchas cosas ahora, tenemos muchos recursos, muchísimos. Siempre pienso qué sería de nosotras si Simone de Beauvoir y todas sus colegas vieran los alcances que ahora tenemos gracias a ellas.

Ahora ya sabemos que avanzamos hacia ese paradigma del desarrollo humano con un concepto de humanidad integrador que recoge la igualdad en la diversidad. Eso es lo que ofrece el feminismo, simplemente la oportunidad de coligarnos con otras, encontrar redes ya existentes o crearlas para avanzar en nuestra complejidad, porque el feminismo como pensamiento crítico es complejo, no tiene respuestas totales a las cosas.

Los países que se han desarrollado más son aquellos que han integrado a las mujeres como parte de la ciudadanía, así de simple. Ejemplo de ello es el norte de Europa, donde el desarrollo social, ya de varias generaciones, ha sido el producto de estos cambios, de estas aportaciones. El feminismo es indispensable para vivir: para entender que en tiempos de catástrofe debemos fortalecer los vínculos, fortalecer la solidaridad, debemos fortalecer la empatía, para conectarnos de una forma creativa y no destructiva, no violenta, al contrario. Entonces el feminismo es indispensable para la paz y ha formado parte de movimientos pacifistas, aunque esto no fie así en todos los tiempos: ha habido feminismos en el pasado que han asumido el llamado a las armas de parte de movimientos que estaban integrados en las organizaciones feministas en partidos políticos, pero poco a poco llegamos a esta hora y lo que predomina en el feminismo como idea fuerza es la no violencia. Por cierto, Gandhi ha escrito que él aprendió la no violencia del feminismo británico que conoció en Londres, en donde cursó su carrera de abogado; él aprendió la resistencia civil-pacifica de las feministas inglesas.

Por todas estas razones, y podría decir muchas más, el feminismo no es solo como es solo como agüita de mayo, sino que es como el aire, respirar y vivir.

 

REC: Marcela, vos recién mencionabas los tres siglos de lucha que tiene el feminismo y mencionaste a varias de nuestras predecesoras y esto nos recuerda que nos legaste un concepto muy importante para el feminismo, que es como nuestro tronco central, que es el de sororidad, concepto que tomaste de colegas tuyas de EEUU que te apropiaste y al que le diste una dimensión ética y política en términos de género. La pregunta es cómo fue esa resignificación del concepto sororidad y por qué es tan importante para el movimiento feminista construir estas alianzas entre mujeres, como vos decís, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad.   

M.L.: Por algo esencial pero que a veces se nos ha pasado de largo que es que las mujeres aisladas, las mujeres sectarizadas, no tenemos capacidad de defensa, no tenemos capacidad de incidencia transformadora. Podemos hacer cambios de nuestra propia vida, o cambios genéricos que nos abarquen a todas: se potencia lo que hacemos si nos aliamos, si nos encontramos. Las formas patriarcales de obtener las dos dimensiones de la política son el consenso, por un lado, pero también está la destrucción del otro; estos dos caminos requieren ser recorridos por las mujeres para buscar paralizar esas acciones destructivas contra las mujeres que nos hacen desconfiar de otras mujeres.

La organización patriarcal del mundo tiene un mandato de no reconocimiento a las mujeres, tiene un mandato de envidia y de competencia rival, que es lo peor, porque en la competencia rival destruyes al otro, a la otra lo que tienen de ti, te destruyes tú. El tema para el feminismo ha sido muy importante, aunque no había estado siempre en el escenario de manera tan fuerte como en las últimas décadas en el mundo entero.

Hemos descubierto que aliarnos nos ayuda a ser exitosas, también descubrir en otras mujeres con consciencia critica positiva de género es una experiencia de la capacidad solidaria y por lo tanto del establecimiento de vínculos incluyentes entre nosotras. Por eso es tan importante en un proceso en que cada vez más mujeres estamos en lo público, cada vez encontramos más con otras mujeres que además esgrimen muchas veces ideas, propuestas.

Otra categoría importante es la enemistad de género que va acompañada de una subjetividad, una afectividad marcada por la ira, la rabia, el enojo, los celos rivales y esa competencia destructiva, incluso con diferentes mandatos que hemos ido adquiriendo al vivir en una sociedad patriarcal, con sus consejos, sus valores, haciéndonos creer a las mujeres que destruir a otras mujeres nos va a hacer avanzar.

Todo eso hemos tenido que desmontarlo para construir en su lugar relaciones de cómplices, pero no cualquier complicidad porque pueda haber quién te lleve cómplice al barranco y no queremos eso, queremos una complicidad que nos favorezca, nos fortalezca y que sea educativa.

El empoderamiento que se expresa en la sororidad es un conjunto de procesos que no son violentos que no convocan a destruir a otras mujeres. Nosotras estamos, como sujetas de la dominación patriarcal, muy interesadas en eliminar la enemistad que está allí, aprendemos, a veces, en casa la primera enemistad que puede ser con la madre, la segunda con la maestra, la tercera con la colega de la escuela. Tenemos que comprender entonces que la sororidad implica cambios macroculturales.

También la sororidad la recibimos y la damos. Yo convoco a todas a que piensen en su larga o corta vida, en grupos o redes que hayan sido de su confianza, de su amistad, de apoyo vital, que hagan una especie de biografía sórica, ayuda muchísimo en la vida para darnos cuenta qué tan enemistosas seguimos o qué tanto nos ha beneficiado la sororidad, y acompañarla con la genealogía. Yo promuevo que todas hagamos nuestra genealogía, así como tenemos que hacer un relato de nuestra biografía, que es un primer gran ejercicio, un segundo ejercicio sería hacer una semblanza mínima diciendo quienes somos aquí y ahora, y así vamos juntando recursos para la genealogía: exponer en un texto muy breve de quién tenemos ideas de influencia, en quién nos reconocemos como teóricas, filósofas, activistas.

 

REC: Marcela, si hay algo que caracteriza todo tu desarrollo teórico y tu activismo como feminista y  política, es tu sensibilidad con el tema de la violencia. La has estudiado, la has teorizado, y también la legislaste. Acuñaste una categoría y una teoría sobre el feminicidio que, entre otras cosas, incorpora el rol del estado como reproductor de la opresión patriarcal y también, en tu paso como diputada, contamos entre los logros que has tenido en esa época la Ley General de Acceso de las mujeres a una Vida Libre de Violencias que es un ejemplo y que después han seguido muchos países de la región. Sin embargo, la evidencia empírica por lo menos en nuestro país y en la mayoría de los países de la región, nos demuestra que todavía son muchos los obstáculos que conspiran para que las mujeres logremos ese derecho efectivo a vivir una vida libre de violencia. ¿Cuál ha sido tu experiencia o la experiencia de México en este sentido y cuáles son en tu opinión los principales o mayores desafíos en términos de políticas públicas que presenta hoy el combate o la lucha por la erradicación definitiva de la violencia contra las mujeres? 

M.L: Eso es toda una plataforma dentro de esta construcción paradigmática en que nos hemos empeñado y que recibimos de las generaciones anteriores a nosotras.

México es un país estructuralmente violento, no solo en términos generales patriarcalmente violento, tiene una superposición de campos de incidencia violenta, tiene ideologías políticas, culturas, sentido común y mitos violentos.  México es uno de los 10 primeros países en muerte violenta por COVID-19, esas muertes que bien pudieron ser evitadas si hubiera otra orquestación social para enfrentar la enfermedad.

Aquí traigo a colación a Marta Sánchez Néstor, compañera extraordinaria, indígena, musga, mexicana dirigenta de mujeres indígenas de nuestro país, de mujeres indígenas centroamericanas, mujeres indígenas de Latinoamérica (la Red Latinoamericana de Mujeres Indígenas la ha presidido muchas veces). Marta murió por COVID, en su pueblo, donde no existen las mínimas condiciones sanitarias para la vida. Su muerte es una contradicción dolorosa, ya que ella dedico su vida a la mejoría de la vida y murió por una enfermedad que pudo ser evitada. La pongo aquí para que se mire esta dimensión étnica también en el feminismo. Marta y sus colegas se asumían como mujeres feministas, amusgas, mexicanas, mayas y donde hay un potente grupo de mujeres de organizaciones indígenas que trabajan con el tema que están involucradas a erradicar la violencia contra mujeres y niñas.

Puse este ejemplo porque en mi cabeza la violencia de género, la violencia psicológica, sexual, laboral, patrimonial, todas estas las violencias se unen se potencian con la violencia de la de la enfermedad, de la muerte. Entonces, ¿debemos erradicar la violencia contra las mujeres? Si! Todos y todas tenemos que cambiar el paradigma patriarcal, pues este paradigma tiene como requerimiento absoluto la violencia contra mujeres y niñas, entonces nosotras en América Latina, África, Asia, EE.UU., en todo el mundo entero transformamos a la sociedad para erradicar la violencia.

No es que con un feminicidio menos ya cambio la situación, ¡no! Tendrán que cambiar todos los indicadores: el primer indicador que tendrá que cambiar es el acceso al agua potable -de momento indispensable-, luego el segundo, el acceso a la alimentación saludable urgente, y así ir por todos los derechos humanos de las mujeres, instalando la alternativa posible. En el impulso del cambio debemos lograr una transformación social que cada vez vaya siendo más transnacional, mundial, para decir que avanzamos.

En México tenemos un drama horrible, es la otra catástrofe, así lo llamamos desde que inició la pandemia. Las mujeres en este país ya estábamos viviendo otra catástrofe que es la violencia patriarcal. Es por ello que hay que articular los planes transformadores para hacer frente a la pandemia y para hacer frente a la violencia; si no juntamos ambos temas vamos a derrochar energías y recursos que no tenemos, o que pueden faltarnos.

En México tenemos avances muy importantes que tienen que ver con la reforma institucional del Estado. Como el Estado es parte del problema, nuestra propuesta abarca la reforma del Estado con una perspectiva de género y en eso estamos, estamos trabajando en la formación de funcionarias y funcionarios, gobernantes, rectores, rectoras, ministerios públicos, personal de salud, personal educativo, universitarios; por fin aunque sea regañadientes, aunque sea con objeción, aunque sea con alguna resistencia pasamos el bache y estamos trabajando.

En la pandemia el tiempo que dedicamos a la capacitación en género es importantísimo; en todas partes nos buscan a las feministas para que asesoremos, contribuyamos, aportemos esa perspectiva de género misteriosa que a veces ni siquiera la gente sabe de qué se trata. Necesitamos que todas las personas aprendamos a ver con perspectiva de género y a vivir con perspectiva de género también.

El número de mujeres muertas violentamente subió muchísimo en la pandemia en algunos estados y en otros estados ha bajado, como en mi ciudad, la ciudad de México, en donde ha habido un leve descenso de muertes violencias feminicidas.

La solución para este problema no es sencilla, hay mucha resistencia, pero como nunca hay gente movilizada: nunca nos hubiéramos imaginado estar elaborando y aplicando políticas públicas impulsadas desde el feminismo y mucho menos aprobar leyes como la Ley General de Acceso, aprobada por quinientos diputados y diputadas. Esta ley es una ley paradigmática, diseñada con perspectiva de género desde el inicio hasta los transitorios, y la aprobaron diputados y diputadas machistas, misóginos, racistas, que tuvieron que hacerlo porque ya no podían no hacerlo.

Ahora tenemos que avanzar mucho más, abarcar a más personas, a más instituciones, ver la efectividad real, la incidencia, darle seguimiento. La violencia se enfrenta con igualdad, se enfrenta con un Estado de Derecho democrático, vigente, activo, un Estado que no es parte del problema, sino que es parte de la solución al problema.

 

REC: Argentina acaba de sancionar una ley de interrupción voluntaria legal del embarazo y coronamos así décadas de luchas del movimiento feminista aquí en nuestro país. Y como sabemos también el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo por la sola decisión de la mujer, condensa relaciones de dominación patriarcal que actúan a través del control del cuerpo, del control de la reproducción. Desde la mirada de la antropología feminista, ¿cómo entiende que se une el derecho al aborto voluntario con las relaciones de género y qué importancia tiene para esa lucha feminista la sanción de estas leyes y la conquista de estos derechos?

 M.L.: El tema filosófico del aborto es nodal, es absolutamente central, radical, estructural, está como piso de un conjunto de condiciones de vida de las mujeres y las niñas, y esta como piso de los DDHH de las mujeres y niñas. Mucha gente dice qué tienen que ver que las mujeres aborten con que eso sea un derecho, por qué tiene que ser un derecho.

México no fue tan radical como Argentina pero hace unos cuantos meses se aprobó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación que el aborto no debe ser criminalizado: es decir, no es un crimen porque las mujeres somos dueñas de nuestros cuerpos y de nuestras vidas, y eso es lo que reconoce uno de los poderes del Estado: el poder judicial. Desde luego ya fue sometido a votación para el Congreso, y el Poder Ejecutivo, como parte del Estado mexicano lo que tiene que hacer es ser flexible y mantener vigente ese derecho.

El aborto es esencial, porque tener derecho al aborto siempre ha indicado para las mujeres tener un manejo personal de nuestro cuerpo. La modernidad, no lo olvidemos, nos ha planteado una perspectiva de autonomía para los sujetos del mundo. Hay modernidad si los sujetos son autónomos, si nada pesa más que su propia vida. Cuando podemos tener acceso al aborto, estamos resolviendo una problemática que nos produce el embarazo, ahí está vinculado el embarazo con el aborto: la manera de asumir la gestación al termino o pretender interrumpirla, define a la vida de las mujeres. Entonces esta libertad es una libertad sexual, es un derecho sexual y reproductivo tener acceso a un aborto libre, gratuito -lo decimos con claridad- y realizable.

En América latina logramos estas conquistas más o menos al mismo tiempo porque estamos en la velocidad de la misma ola del feminismo. Yo tengo colgado aquí en mi archivo, juntito con mis documentos de trabajo, una pañoleta verde que me pusieron las colegas de nosotras, cuando fui a Buenos Aires y estuve en una gran manifestación verde sobre el aborto, y me pareció formidable, lo añoré, lo deseé y quien iba a decir que ya estamos en ese camino aquí también. Es la autonomía, que es la base de la libertad de todo, libertad de conciencia, de creencias, libertad sexual, todas las libertades se articulan como una prueba fehaciente de la realidad de las mujeres en cuanto al ejercicio de sus derechos. Eso es el aborto: autonomía, libertad.

 

REC: Los discursos y las prácticas jurídicas de la región que construyen y son reproductoras del orden social, jerárquico, patriarcal, contribuyen a que sigamos manteniendo estas relaciones de poder asimétrica y de subordinación que tenemos las mujeres y las diversidades. De ahí que en Argentina y en la región se venga señalando a la justicia -patriarcal y burocrática, clasista y binaria- como parte del problema y no la solución. ¿Qué importancia le atribuís a esta cuestión, que transformaciones considera que son necesarias para lograr que esta justicia sea efectivamente garante de derechos de estas mujeres y de las diversidades?

M.L.: El caso de la justicia es muy importante. Por ejemplo, en mi categoría de feminicidio yo cambie la categoría original que Diana Russell construyó en su maravilloso libro Femicide, the politics of woman killing, que es femicide. Cambié la categoría para que no se confunda y se tome al femicidio como homicidio en femenino, sino que se entienda que es algo distinto, que abarca a las mujeres como potencial experiencia a vivir, pero nos abarca a toda sociedad en su conjunto, en su funcionamiento o no solidario, justo, equitativo. Ese cambio contiene también como soporte teórico, que el Estado promueve con su desatención una gran frustración de la justicia y también un proceso desalentador para las mujeres mismas; esta acción negativa del Estado cuando es omiso, cuando esta coludido (integrantes del Estado con criminales) etc., permite concluir que el Estado es parte del problema en esa medida. Ahora, hay que trabajar para reformar al Estado; muchos personeros del estado, no sé si los suficientes, quisiera que cada vez sean más, concuerdan con ideas democráticas de igualdad; a lo mejor no se dicen feministas, pero tiene ideas modernas, progresistas, que son un aporte a la gran transformación. Ellos están las instituciones y muchos otros en organizaciones civiles trabajando desde allí para lograr cambios ya. Entonces seguir por ahí, me parece que sería importante.

Otra cosa: hay que hacer sostenible la política gubernamental de enfrentamiento de la violencia, muchas veces se caen los procesos porque no hay quien los soporte, los sostenga.

Les voy a poner el ejemplo del Poder Judicial de México. En la Corte Suprema son 12 ministros, quienes, hasta hace unos meses, sistemáticamente por mayoría votaban en contra del derecho a la interrupción del embarazo. Sin embargo, aún siguen siendo doce, pero ahora los doce votaron a favor de este derecho; nos tardamos muchos años en lograrlo, es un éxito colectivo, sobre todo de juezas, jueces dentro del Poder Judicial, que son parte del movimiento a veces oculto, pero con incidencia institucional. Y finalmente añadiré que en la ley agregamos una violencia que no tenía Belem do Pará, que es la violencia institucional: aquella que se produce por la concatenación de fallas en el Estado que hacen invivible el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Ya ha habido casos que se han apoyados en esa renovación de la ley para acusar a funcionarios, funcionarias, incluso a políticos y políticas. Hoy tenemos otro añadido que es, por ejemplo, que no puede ser representante político de la ciudadanía, aquella persona que haya cometido violencia contra mujeres y niñas, no puede ser candidato, logramos poner un candado en la selección de las candidaturas para que fueran personas innovadoras, demócratas en cuanto al género y ya se están renovando los consejos de todos los poderes judiciales en el país.

La violencia institucional es distinta de la falla administrativa, la primera es contemplada como una violencia actual, progresiva, dañina que puede conducir a la pérdida de condiciones de vida. Por eso las mujeres quedan desamparadas y muy expuestas a vivir más violencia y no tienen derecho humano a decidir sobre el cuerpo, sobre nuestro cuerpo.

A veces las feministas y los espacios institucionales somos muy creativas, aportamos muchas cosas para avanzar, ya no tenemos un cambio estéril, sino que las ideas de igualdad asumidas con un pensamiento analítico y crítico prevalecen y pueden permitir que no haya impunidad.

 

REC: Marcela, queríamos preguntarte por los cuidados: la centralidad de los cuidados para el mantenimiento y la reproducción de la vida ha sido una cuestión ignorada históricamente y desvalorizada, fue sin duda el pensamiento feminista que ha puesto a los cuidados y en particular a su desigual distribución en el centro de la agenda pública. La crisis desatada por COVID-19 ha contribuido a poner en evidencia ésta centralidad, así como la injusta organización social que hoy se sostiene sobre el trabajo no remunerado que mayoritariamente realizamos las mujeres. ¿Cuáles considera usted que son los desafíos que tenemos por delante para abordar este nudo crítico de la desigualdad que son los cuidados, y como salimos de esta crisis?

M.L: Los cuidados son esenciales en la actividad humana a través de la historia; no habría humanidad sin cuidados, incluso el descuido ha sido parte de la dominación, se descuida a quien se quiere desaparecer, o de quien se quien se quiere vengar, o a quien quieren castigar. El tema del cuidado tiene que ver con la construcción de la persona y aquí comparto el pensar con María Zambrano, con la que no concuerdo en muchas cosas, pero sí con su manera de pensar éticamente, como lo llamó ella, su pensamiento ético. Ella afirma que no se trata de poder avanzar en la configuración de las personas, sino que la democracia es un orden basado en esta ponderación, este tratamiento de persona a las personas. Ser persona implica, como lo planteó Hannah Arendt, tener el derecho humano a tener derechos humanos; para Arendt ahí está el quid del asunto, tener el derecho a tener derechos como, primero de acuerdo con la Cumbre de Viena, el derecho a una vida libre de violencia. Esto lo tomamos para nombrar así a la ley que hicimos en México, se llama Ley General de Acceso a Una Vida Libre de Violencia, o sea, es clarísimo de qué se trata. Y tener derecho a ese derecho abre, como plantea Martha Nussbaum, un campo de derechos que deben ser integrales y deben ser progresivos, y su ejercicio debe asegurar a las mujeres bienestar, progreso y el conjunto de accesos abiertos a poder participar en todos los asuntos de la comunidad y de los asuntos del mundo con escucha, con interés en la voz de las mujeres. Los cuidados tienen una historia larguísima que no ha sido homogénea, pero sí ha habido una categoría en el auge de la teoría del cuidado contemporánea que se llama la división sexual del trabajo; esa magna categoría, macro categoría, nos conecta con un paradigma histórico típico del Marxismo, que desarrolló una teoría sobre de la división sexual del trabajo como producto de la organización social patriarcal.

Hay otros autores, como Bachofen, quien desarrolla su teoría del matriarcado. Él sostiene que el patriarcado no fue lo que estuvo en la base de la historia humana, sino fue el matriarcado: sociedades matriarcales. Lean ustedes por favor, está publicado un resumen de “El matriarcado” de Bachofen, que es un estudio comparativo de la comparación de sociedades distintas con extraordinaria metodología, buscando lo que han aportado a la solución de las necesidades humanas. Hoy en el presente, tenemos que pararnos ahí para ver qué hemos hecho en esta famosa división sexual del trabajo; sigue el debate de si hubo o no matriarcado en general, las historiadoras como Joan Scott y otras historiadoras sostienen que en el principio no hubo patriarcado, pero tampoco hubo matriarcado. Debemos de dejar de pensar dualmente, de dejar de pensar que es negro o es blanco, no, pueden haber habido dos sociedades con múltiples contratos sociales de supervivencia humana, poco a poco, como hemos ido estudiando a través de la arqueología y otras disciplinas de la historia, hemos visto como fueron deviniendo soluciones a necesidades humanas por ejemplo, a la demografía, al control demográfico, a la sexualidad, al control de la sexualidad, etc. Incluso Gayle Rubin, la antropóloga estadounidense, desarrolló la propuesta de la teoría de género, a ella se la debemos y a Joan Scott; ambas, en universidades distintas, pensando en todo el tiempo compartido, imbuidas en ésta ola del feminismo, desarrollaron la teoría de que el género es un contrato social, y este contrato social se establece para lograr objetivos: un objetivo es este el de la reproducción de la vida humana, que siempre es social y siempre es cultural, por lo tanto es integral, y es esa condición patriarcal que formó a mujeres desde siglos atrás para hacerlas especialista en los cuidados, exclusivas especialistas en las sociedades agrarias, las mujeres fueron relegadas del espacio público, al espacio comunitario y los hombres se apropiaron, de acuerdo con estas teorías del patriarcado, del espacio público y no aprendieron, no desarrollaron capacidades sociales del cuidado.

Ya en este momento hay una revolución en la vida cotidiana, es una revolución de la división sexual del espacio por géneros, por edades o condición de salud, o condición de capacidad o discapacidad, o condición tecnológica de acceso a las nuevas tecnologías. Ahora se habla de horarios domésticos para hacerse cargo de la atención doméstica, para incluir a los hombres en ésta atención doméstica. Todo está en juego, todo está en crisis: los valores domésticos y los valores públicos; cómo cambian los hombres la relación automática de desvalorización hacia las mujeres, cómo cambiamos las mujeres, o no cambiamos, nuestra propia autodesvalorización, no tenemos a veces la suficiente coherencia para poner a discusión la vigencia de mecanismos del cuidado que las mujeres ya tenían  hace mucho tiempo, pero los hombres no y asociaban el cuidado con desprestigio social, cuidado a cosas de mujeres, intereses menores de las mujeres que realizan casi sin hacer nada. Hoy la jornada doméstica se ha duplicado, por lo menos. Hoy la gente discute cómo se usa el tiempo, para qué se usa el tiempo, y nosotras llevamos décadas haciendo calendarios y usos del tiempo para mandar a las conferencias mundiales que la gente sepa cuánto del trabajo doméstico se aporta al PBI y cómo no existiría la vida cotidiana como la conocemos sin el aporte social, cultural, económico, afectivo, sexual de las mujeres mucho más capacitadas para lo privado que los hombres, pero ojo, capacitadas también para el espacio público. Millones de mujeres hacen trabajo público clandestino, sumergido, e incluso en muchos lugares se los reconoce como trabajo en negro, es un trabajo que hacemos de manera invisible las mujeres.

Entonces, lo hemos dicho muchas veces, tenemos que llevar el debate, el análisis demostrativo con el conocimiento de lo que hay, de que es lo que se ha puesto en crisis y poder hacer propuestas a este nuevo paradigma. Sé que todas nosotras aspiramos a que se resuelva su adopción de manera democrática y que tendamos a mejorar, a incorporar a la cultura general de todas y todos principios, maneras, tecnologías, para la calidad de la vida en el sentido que habla Martha Nussbaum. Los cuidados fueron luego enunciados por otra ola del feminismo chiquita en la que estamos todavía o que apareció hace unos 25 años hablando de economía solidaria, de economía del cuidado, de economía feminista. Ese proyecto económico ya estaba siendo usado para modificar varias estructuras sociales económicas vigentes y como un nuevo paradigma de calidad de la vida.

Desde luego hemos avanzado más ahora, quienes ya teníamos formación en esa perspectiva del cuidado y entendemos que no se trata de decir yo te quiero mucho y darle un besito a cada persona, se trata de hacer redes y sistemas de cuidados, un sistema nacional de cuidados, que involucre la sociedad civil, la sociedad política; un sistema regional de cuidados, donde podríamos beneficiarnos todas, y un sistema global de cuidados, que abarca desde luego el piso del cuidado de protección del medio ambiente. Y dejé para el final el paradigma del desarrollo humano sustentable, donde está contemplado el medio ambiente en su desarrollo, en su enriquecimiento y no en su depredación, y el feminismo es ecofeminista y plantea esa protección del medio ambiente, incluso una protección interesada poque el medio ambiente es nuestro medio ambiente, vivimos en el medio ambiente, no es la selva del Amazonas nada más, el medio ambiente es todas las partes, y ese sistema de cuidado implica ese paradigma que llamaron entonces “Paradigma del Desarrollo Humano Sostenible”, para pensar en la siguiente generación: por lo pronto miles y miles de niñas y niños inician su vida humana con una pandemia encima que llevará mucho tiempo sortear, es por ello que requerimos recursos económicos, recursos culturales, conocimientos para enfrentar la vida que tenemos ahora.

REC: La última pregunta, que tiene algo de general y de personal, usted hablaba de las nuevas generaciones, ¿cuál considera que son los principales retos y desafíos que tiene el feminismo para este siglo que estamos transitando -sabemos cuáles fueron los que tuvimos hasta ahora- y desde lo personal, ¿cuál le gustaría que sea su legado para la próxima generación de feministas?

M.L.: A ver, yo hablaré de lo que les espera a todos, a todas, y lo diré sin E, como va, porque me ha costado mucho trabajo hablar de “humanas”, con la letra más bonita del alfabeto, la A de humanAs. Bueno, qué desafíos tenemos ahora, me parece que los de la catástrofe, tenemos que nombrarlo: la pandemia es una catástrofe, ha puesto en crisis, ha desmantelado, ha destruido mucha riqueza material, mucha riqueza cultural. Tenemos que verla así, como esa catástrofe que exige de nosotros lo que trabajamos mucho las feministas que es la resiliencia, una resiliencia activa, politizada, compleja, unánime en cuanto al eje de los derechos humanos de todas las personas, particularmente de mujeres y niñas. Yo aspiro a que mi nieto -no tengo nieta- y las nietas del mundo tengan el derecho humano a vivir en paz, el derecho humano a decidir sobre sus vidas, que tengan el derecho, como dice la Declaración de los Derechos Humanos, a vivir en una sociedad que les dé, les propicie, vivir con un conjunto de derechos humanos para protegerse, para gozar de la vida y para crear el propósito cultural, colectivo, individual. Me parece que tendríamos que hacer cambios económicos en la economía global, el neoliberalismo ha mostrado lo que puede producir al abandonar toda la dimensión social de la economía; necesitamos cambiar eso, avanzar en un modelo de desarrollo económico, social, político y cultural, progresista, humanista y feminista, porque si nos quedamos en humanista siempre se les olvidan las mujeres.

Y así en general, respecto de cuál es mi legado, pues lo paso por los días todo el tiempo, recibo muchísima energía vital, conocimientos, atrevimientos, osadías, recibo mucho de eso, recibo mucho respeto, mucho cuidado, vivo en sororidad y vivo también en solidaridad, me beneficio enormemente de esto directamente en mi vida cotidiana. Yo quisiera que el legado no mío, sino el legado de quienes estamos viendo este desastre fuera esa propuesta impositiva ante la catástrofe, poder defender, recuperar todo lo que hemos creado con tanto esfuerzo y trabajo: la agenda feminista, ese es el legado de las mujeres en la modernidad, es el gran legado, es la gran obra colectiva de mujeres comprometidas con la causa de los derechos humanos de las mujeres, y yo he recibido ese legado, lo asumo en mi genealogía y espero de estarlo pasando -como sé que sí-, a las mujeres que lo han experimentado, ampliado, mejorado. Yo soy una feminista del corazón, pero también soy una optimista de la razón, estoy segura que las catástrofes, los desastres deben ser enfrentados para vivir y para avanzar con mayor solidaridad y, desde luego, con una enorme vocación de paz.

REC: Marcela, la verdad que felices de tenerte, fue un privilegio para todos y todas las que vamos a estar leyéndote en nuestro país. Sos una gran referenta para el movimiento feminista de Argentina, así que en nombre de todas ellas te damos un enorme gracias, ha sido maravillosa esta conversación.

M.L.: Un abrazo enorme y sororo para todas.