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#EspecialGénero El sexo del odio

Leé el artículo publicado por la periodista María Seoane en REC, la revista especializada en Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo que auspicia ONU Argentina.

María Seoane es periodista y escritora. Dirige desde 2007 el Centro Cultural Caras y Caretas y es asesora periodística y editorial de la revista Caras y Caretas desde 2005 y directora de contenidos editoriales del Grupo Octubre. Fue Directora Ejecutiva de Radio Nacional (2009-2015). En la revista Noticias (1992-93), el diario Sur (1988-1990), el semanario El Periodista de Buenos Aires (1985-1988) y la revista Qué (1984-85). En Clarín (1993-2009) fue editora de Política Nacional y editora jefe del Suplemento Zona. Fue consultora y analista de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA (2001-2005). Elaboró el informe Historia de los Derechos Humanos y de la CIDH (2004). Realizó la investigación y el informe Historia de la Educación en la Provincia de Buenos Aires (2000) para la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires.

ABSTRACT

El artículo aborda las modalidades a través de las cuales las violencias simbólicas contra las mujeres se hacen manifiestas, se ejercen y se perpetúan en los medios de comunicación, en particular, la invisibilización, estereotipación y el maltrato. Se problematiza la falta de representación de mujeres en los medios y se desgrana la noción de estereotipación y los modos en que se transmiten, reproducen e imponen categorías, mandatos y patrones patriarcales y heteronormativos. Finalmente, se abordan las diversas modalidades de maltratos que sufren las mujeres, la influencia creciente de los grupos anti-derechos en los medios de comunicación así como el rol fundamental que juegan estos medios legitimando prácticas inscriptas en relaciones de poder desiguales histórica y culturalmente establecidas entre hombres y mujeres

 

Durante los últimos años, en Argentina se han implementado diversas leyes y políticas públicas que tienen como objetivo erradicar las violencias de género contra las mujeres en todos los ámbitos que se desarrollen sus relaciones interpersonales. Una Ley fundamental que hace a la protección de las mujeres, es la Ley 26.485 (Ley de Protección Integral de las Mujeres). La misma nos da cuenta, entre varios aspectos, de las modalidades a través de las cuales las violencias simbólicas se hacen manifiestas, se ejercen y se perpetúan a través de la invisibilización, estereotipación y el maltrato en los medios de comunicación. La primera, hace referencia a la falta de representación o la reducida presencia de las mujeres en los medios, ya sea como protagonistas, líderes de opinión o como partícipes de paneles. En este sentido, cabe señalar que, en aquellas ocasiones en las que las mujeres forman parte de las estructuras de los programas, suelen asignarles un rol secundario y/o de acompañamiento de un protagonista masculino.

Reflexionar acerca de las representaciones mediáticas permite reconocer los modos y procesos de constitución del pensamiento social, por medio del cual las personas construyen y son construidas por la realidad social. Pero, además, nos aproxima a la “visión de mundo” que las personas o grupos poseen, pues el conocimiento del sentido común es el que la gente utiliza para actuar o tomar posición ante los sujetos. Es decir, posibilita entender la dinámica de las interacciones sociales y aclarar los determinantes de las prácticas sociales, ya que la representación, el discurso y la práctica se generan mutuamente. En el caso de la noción de estereotipación (transmisión y reproducción de categorías producidas y reproducidas en el seno de una sociedad patriarcal y heteronormativa), se establecen determinados mandatos, patrones, sobre las cualidades que deben tener las personas, de acuerdo con su identidad de género femenina o masculina. Esta práctica determina la simplificación de la realidad en donde el estereotipo de femineidad y masculinidad constituyen “la norma” y se limita la posibilidad de diversidad de elecciones y expresiones. La difusión y naturalización de estereotipos desiguales, la disparidad e invisibilización en los ámbitos de trabajo, junto con la imposición de patrones de conductas y de roles, constituyen diversas modalidades de maltratos. En esto último, los medios de comunicación juegan un rol fundamental legitimando dichas prácticas y cánones que no se aplican a los hombres de la misma forma. Las publicidades y programas televisivos continúan representando a las mujeres como cuerpos para la venta de un producto. En ese camino del análisis de prácticas y discursos culturales arraigados, la ley citada define a la violencia simbólica como aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”. Esa violencia tiene su expresión en el lenguaje, las representaciones culturales, la identidad y los cuerpos sexuados. Y aunque invisible –o tal vez a causa de ello– legitima prácticas inscriptas en relaciones de poder desiguales histórica y culturalmente establecidas entre hombres y mujeres. Dichas relaciones se terminan naturalizando a partir de mecanismos de dominación simbólica que tienden a instituir prácticas y relatos violentos y cosificantes hacia las mujeres. Resulta que las mismas están sometidas a partir de un entramado de consignas y estereotipos hegemonizados a partir de un pensamiento único. Cuerpos convertidos en mercancías publicitarias a partir de una femineidad atrapadas en discursos de dominación. Erradicar la violencia simbólica resulta vital para terminar con la violencia de género en todas sus modalidades. Para ello, es necesario, dejar de concebir a las mujeres como objetos, para reconocerlas como sujetas de derecho y desnaturalizar los espacios donde se legitima la diferencia como desigualdad. Ni callada, ni bonita a la fuerza, ni sumisa. A romper moldes, correrse de los límites, cuestionar estereotipos hasta que la libertad deje de ser un privilegio masculino. Es éste en verdad el lema máximo del largo e histórico proceso cultural de avance de los derechos de la mujer.

En relación a la violencia simbólica y mediática, existe una normativa nacional (cuyo órgano principal es el Instituto Nacional de las Mujeres), que a partir de la misma Ley 26.485, aborda la violencia de género de manera integral y transversal, en línea con la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (Convención de “Belem do Pará”). Esto implica que entiende la violencia hacia las mujeres como problemática pública estructural atravesada por lo cultural, lo económico, lo político. La violencia simbólica contra la mujer se da a partir de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos, que trasmiten y reproducen dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad. Otro aspecto dentro de la violencia hacia la mujer es la violencia mediática, que se da a partir de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueve la explotación de mujeres y/o sus imágenes. Muchas veces se discrimina, humilla y difama a las mujeres dañando su dignidad, esto puede incluir imágenes pornográficas en adolescentes e inclusive en niñas. Se construyen patrones socioculturales reproductores de desigualdad generando violencia hacia las mujeres. Desde una perspectiva de género, resulta necesaria la problematización de los estereotipos rígidos que imponen límites al desarrollo pleno de cada persona. La misma cuestiona la posición de desigualdad y subordinación de las mujeres y de otras identidades de género en relación a los varones. Es una perspectiva que permite ver y denunciar los modos de construir y pensar las identidades sexuales y los roles de género que no implique la concepción de heterosexualidad como norma y obligación que excluye y vulnera derechos.

Otra expresión de la violencia de género es la digital, agresiones que reciben las mujeres en internet y en redes sociales en particular. Vulneradas en cuanto a su libertad de expresión, han hecho que en muchos casos tomen la decisión de retirarse total o parcialmente de estos espacios, o de limitar su participación, viéndose por esto no sólo afectadas ellas sino dañado el debate público. Según reporta Amnistía Internacional a partir de las entrevistas realizadas a mujeres de ocho países: entre el 63% y el 83% hizo cambios en la forma en que usan las plataformas de redes sociales luego de recibir acoso o violencia: desde configuraciones más restrictivas de privacidad y seguridad, hasta la preocupante cifra de 32% que dejaron de publicar contenido en el que expresaban su opinión sobre ciertos temas (2018).

Por otro lado, una investigación apoyada por UNESCO sobre la violencia digital contra mujeres periodistas en América Latina dio como resultados que el 75% vieron afectado su derecho a la libertad de expresión a partir de los ataques recibidos: dejaron de postear temporal o totalmente, cerraron sus cuentas temporal o definitivamente; dejaron de usar palabras que suponían que generarían agresiones, entre otras estrategias que fueron reduciendo sus voces. Silencio e inseguridad son los resultantes. Sabemos también que los grupos anti derechos se han hecho presentes en la vida pública de América Latina en este siglo, como continuidad y parte de un proceso de cuestionamiento a la agenda global de género proveniente de sectores conservadores, tanto católicos como evangélicos. Se trata de un movimiento que se expresa en instituciones religiosas, pero también en organizaciones de la sociedad civil que intentan presentarse como laicas, y cuyo objetivo es la incidencia en las políticas públicas en general y en la agenda de género en particular, aunque sus plataformas políticas van más allá de las temáticas de género. Un aspecto central de los esfuerzos de incidencia de estos sectores, es su estrategia comunicacional de ir creando un nuevo lenguaje, y de esta forma re significar de forma conservadora ese otro mundo progresista que ha venido surgiendo en estos años, construyendo un enemigo a combatir.

Con este objetivo, han desplegado estrategias que van desde el diseño de campañas regionales y globales (en América Latina es un ejemplo “Con Mis Hijos No te Metas”); la constante resignificación de términos (el más exitoso probablemente sea “ideología de género”); la creación de páginas web que dan cuenta de sus posicionamientos y acciones con atractivas herramientas de diseño y marketing; y la potente presencia de sus adherentes e integrantes en diversas redes sociales, etc. Una de las vertientes de análisis es la utilización por parte de estos sectores del término “ideología de género”, que pone en cuestión la categoría de género: el género es redefinido por estos grupos como ideología en su acepción de “falsedad”, y opuesto a una “verdad revelada”. En torno a la participación en la red social Twitter de estos sectores, se plantean algunas características de su discurso: fuertemente sexista; tendiente mayoritariamente a la manipulación de la información más que a los posteos argumentados. En cuanto a los medios tradicionales, los mismos vienen cubriendo la agenda de estos sectores predominantemente desde una estrategia de “dos campanas”, poniendo en pie de igualdad la protección de los derechos humanos con la impugnación de la agenda que proponen los grupos anti derechos. Por último, se actualizan algunos hitos del debate en torno a la libertad de expresión y el derecho a la igualdad vinculado a tensiones que se han presentado en el ámbito judicial de Iberoamérica entre feministas y grupos anti derechos. Hay que tener un cuenta un tema hasta ahora poco estudiado y que merece muchísima más atención: los grupos anti derechos están adquiriendo crecientemente medios de comunicación en los países de nuestra región o generando espacios de comunicación con perfil religioso.

Una mirada regional atenta en tres países latinoamericanos:

  • México (país laico según su Constitución): El presidente actual, Manuel López Obrador, dijo recientemente “ ¿Por qué en las redes sociales sí pueden leer la Biblia y en medios de comunicación no?” ; a la vez, aumentó el número de emisiones cristianas evangélicas que comenzaron a ofrecer programación las 24 horas; y en 2019, el estado otorgó a La Visión de Dios, A.C., una asociación religiosa afiliada a la red internacional de iglesias Visión Internacional (con sede en Florida, EE. UU.), la concesión para manejar y explotar una estación de radio y televisión por 30 años.
  • Perú (también formalmente un estado laico): La cadena Bethel -perteneciente a la Iglesia Cristiana Pentecostés Movimiento Misionero Mundial (MMM)- en un corto periodo se convirtió en el emporio mediático con la mayor cantidad de licencias de radio y el sexto con más permisos de frecuencias televisivas del país: posee 203 licencias de radio y 64 de televisión, ubicadas en 141 provincias y 232 distritos del Perú (el 39% de las mismas se ubican en zonas rurales, de interés social o territorios de frontera).
  • Costa Rica: 21 frecuencias radiofónicas y 20 televisivas (el 22,5% del total de frecuencias adjudicadas en el país) transmiten contenidos religiosos.

Estos grupos están presentando a las organizaciones feministas (y a la sociedad en general en la medida en que sus propuestas impugnan la agenda de derechos humanos) una serie de desafíos vinculados al debate público: avance en la propiedad de los medios y en las políticas de comunicación; generación de contenidos diversos (y en múltiples formatos que van de la ficción, a la política o las propuestas estrictamente religiosas) para esos medios y para las industrias culturales en general (música, literatura, etc); desarrollo de discursos multimediales y multiplataformas; activismo constante en redes sociales; recursos económicos disponibles para pensar e implementar estas estrategias de comunicación; acciones coordinadas a nivel nacional, regional y global; y, por último, tema que desarrollaremos en el siguiente apartado, discursos violentos y agresivos contra activistas feministas que en muchos casos podrían ser considerados discursos de odio.

Existe un claro y marcado intento de acallar voces. Los discursos violentos y estigmatizantes hacia las cuentas feministas investigadas tienen características específicas que denotan su sexismo: refieren al cuerpo de las mujeres (aspecto físico) y a la capacidad de decidir sobre los mismos y sus ideas (mención a la ideología); además de acusárselas de incapacidad y falta de preparación para ejercer un cargo público; a la vez que aparecen insultos que las infantilizan, animalizan y patologizan. Amnistía Internacional viene hace tiempo alertando sobre la violencia digital de género como parte de un fenómeno más amplio de la violencia digital.

La Defensoría del Publico en la Argentina viene desarrollando una serie de iniciativas de trabajo conjuntamente con otras organizaciones para abordar la problemática sobre todas las formas de violencia contra mujeres y niñas. A nivel internacional, la asociación Spot light es la principal entidad que trabaja coordinadamente con la Unión Europea y la Naciones Unidas en dicha problemática, con el objetivo de máxima de erradicar las citadas violencias (contra mujeres y niñas) para el 2030. En Argentina, la iniciativa es implementada con el liderazgo de la Oficina de Coordinación de Naciones Unidas a través de cuatro agencias (ONU Mujeres, PNUD, UNFPA y OIT, a las que se suma UNICEF como agencia asociada). Por eso, en una reunión entre la Defensoría del Público y Spot light se plantearon algunos lineamientos frente al tema que nos ocupa. En ese marco, se realizó un diagnóstico sobre la situación de periodistas y editoras de género que sufren violencia mediática y se acordó dar continuidad al trabajo desarrollado con respecto a impulsar las editoras de género en los medios de nuestro país. También se acordó avanzar en acciones conjuntas en este sentido para promover la visibilización de esta temática hacia el interior de los medios y revertir la falta de apoyo que estas periodistas reciben en sus propios ámbitos de trabajo, entre otros temas. Ambas instituciones vienen trabajando en estas temáticas desde el año pasado. En octubre 2020, la Defensoría del Público participó en el Taller sobre perspectiva intercultural, de género y derechos humanos en el tratamiento periodístico de las migraciones organizado por la iniciativa Spotlight en el país.

 

Homo y transfóbicos del mundo y en nuestra aldea

Por otro lado, en el caso de los ataques homofóbicos y transfóbicos, la pandemia parece haberlos exacerbado en toda Europa y Asia Central. De acuerdo a un estudio de una organización que defiende de los derechos de las personas LGBTI, los ataques verbales contra miembros de comunidades de lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales por parte de políticos han aumentado en países como Albania, Azerbaiyán, Bosnia, Bulgaria, República Checa, Estonia, Finlandia, Hungría, Italia, Kosovo, Letonia, Moldavia, Macedonia del Norte, Polonia, Rusia, Eslovaquia y Turquía. En la misma sintonía, La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA) en Europa en su informe anual, en el que se tomó la opinión de personas en 54 países diferentes mostró un marcado incremento en los ataques discriminatorios hacia dichas comunidades. Los líderes religiosos en Bielorrusia, Grecia, Eslovaquia, Turquía y Ucrania también están acusados en el informe de promover un discurso de odio, e incluso, se denuncia que muchos de ellos alegan que las personas LGBTI están detrás de la propagación del COVID-19. La federación, que representa a 600 asociaciones, también señaló el aumento del discurso de odio en los medios de comunicación online en Bélgica, Bulgaria, Croacia, la República Checa, Malta, Montenegro, Rusia y Turquía, y en los principales medios de comunicación en algunos casos, en particular en Eslovenia y Ucrania.

 

Casos en medios de comunicación locales

El tratamiento que se dio en los medios de comunicación al caso Micaela, nos debe hacer reflexionar. “Es la ropa que llevaban puesta”. “Es la osadía de caminar solas de noche”. “Es haber tomado un atajo para llegar más rápido al hogar”. O quizás, es sólo responsabilidad de una o dos personas, pero no de un sistema complejo. Ante un caso de femicidio o violencia ejercida contra las mujeres, lo que queda claro a partir del tratamiento de los medios masivos de comunicación es que el acto violento o delictivo nunca es responsabilidad de la sociedad patriarcal, sino que el peso recae casi siempre sobre las personas violentadas.  Sebastián Wagner, el femicida, se encontraba con el beneficio de libertad condicional pese a estar condenado a nueve años de prisión por la violación de dos mujeres. El tratamiento re victimizador que le brindó la cobertura periodística-mediática al caso e imagen de Micaela inspiró la necesidad de establecer una capacitación obligatoria para abordar la violencia y la imagen de la mujer en los medios. “En el caso de la Negra noté dos violencias muy marcadas”, comparte Jonti Trabichet, compañera de militancia de Micaela García, y ejemplifica: “Primero, con comentarios respecto a la hora en la que estaba sola en la calle y a lo que tenía puesto. Esos comentarios construyen una ‘pedagogía’ porque le enseña a lxs espectadorxs a pensar que esos son los motivos por los cuales ocurren situaciones de violencia”.

Otro caso de violencia simbólica ejercida contra la mujer desde medios de comunicación fue el de Victoria Donda. En este caso por parte de la Agencia Nova. La nota titulaba: “Parasito del Estado: Donda suma otra denuncia por usar un abogado del INADI para causas personales”. Esto resulta un claro ejemplo de violencia simbólica y política. Y un menoscabo a la condición de mujer de la actual Interventora del INADI, Victoria Donda, equiparando una causa judicial con perspectivas de carácter sexual que, además, posee connotaciones discriminatorias por raza. La violencia simbólica manifestada en la publicación de referencia legitima y promueve la violencia de género cuyas formas más extremas son los femicidios, travesticidios y transfemicidios. No es la primera vez que Agencia Nova ejerce violencia simbólica y política contra mujeres que se desempeñan en la función pública lo que reviste una gravedad aún mayor frente a la finalidad de dichas coberturas periodísticas por parte del medio. Dichas formas de violencia contribuyen a sostener patrones culturales que promueven y perpetúan en el tiempo las violencias y desigualdades basadas en el género.

Otro caso paradigmático ocurrido hace poco tiempo fue el de Vera Voskanyan (asesora del actual ministro de economía Martin Guzmán). Un medio de comunicación titulaba: “Quien es la bailarina de 32 años que trabaja como secretaria de Guzmán y aparece en la lista del vacunatorio VIP”. Si lo importante para comunicar sobre la administración de las vacunas era lo importante ¿a qué conduce saber que Vera Voskanyan, directora de comunicación del Ministerio de Economía y asesora del ministro Martín Guzmán, es bailarina en su tiempo libre? ¿Qué ilustración pueden dar las múltiples fotos personales de Vera que subieron los medios en los últimos días? ¿Qué intención informativa puede tener un medio cuando, comentando sobre el personal del Ministerio de Economía que se ya inoculó con la vacuna, aclara que “más allá del ministro Martín Guzmán, otras trabajadoras figuran en los registros”? ¿En qué nos suma como sociedad saber que “una de las mujeres es Vera Voskanyan, de 32 años, quien se hizo viral en Twitter porque se presentaba en su propio perfil como “Armenia, bailarina y periodista”? ¿Por qué, habiendo también hombres en el equipo, decidieron hacer foco únicamente en ella?

A Vera la estigmatizaron por datos que no describen ninguna información pertinente, la juzgaron por ser una mujer joven en un cargo de relevancia. Los medios, lejos de poner el foco en el verdadero conflicto, indagaron en una investigación prejuiciosa basada en una descripción en Twitter, se sesgaron por su género y edad para cuestionar cómo llegó a ese cargo, decidieron profundizar en sus elecciones personales para de alguna manera trazar una narrativa forzada y así canalizar un discurso que solo expone la misoginia internalizada durante décadas en sus coberturas. La reconocida actriz argentina Florencia Peña fue blanco también de la violencia mediática(en este caso por las en redes sociales). Peña concurrió en mayo del año pasado a una reunión con el presidente de la Nación Alberto Fernández en la Quinta de Olivos, en compañía de otras personalidades del medio, con el objetivo de expresarle «su preocupación por la situación que atravesaba la industria audiovisual». A raíz de la mencionada reunión, durante una semana recibió el ataque por redes sociales con mensajes misóginos cuya violencia simbólica utiliza los soportes mediáticos para reproducir la discriminación hacia la identidad mujer. “De repente, después de seis días de una operación hacia mi persona, me pregunto: ¿Por qué conmigo? Si estuvieron tantos hombres importantes pidiendo lo mismo. Tantos productores importantes, tantos hombres importantes. ¿Yo tengo hoy que salir a a aclarar que no soy el gato del Presidente?”.

Otros casos paradigmáticos de violencia mediática y de genero son tratados por los medios de comunicación de forma totalmente repudiable y con connotaciones prejuiciosas, que si bien no culpabilizan a la víctima, terminan dando cierta legitimidad solapada al agresor con el resultado de aminorar un poco su responsabilidad. Un medio titulaba: “Le dio una paliza a su ex novia por como bailaba en una fiesta”. Otro titular decía: “Un ex novio le desfiguro la cara por celos en una fiesta en Mar del Plata”.  En este caso vemos dos titulaciones diferentes, en relación a un hecho de violencia vivido por Victoria Montenegro, una joven atacada por una ex pareja a la salida de un boliche en Mar del Plata. Se hace mención a la figura de los celos, ligada a la idea de la emoción violenta; a la situación de estar “fuera de sí”, y en esta falta de control, ser capaz de cometer actos atroces. Así el caso se singulariza, tratado como una excentricidad movida por una situación única y privada, y se remueve el carácter estructural y político del hecho.

El siguiente titular ya es clásico por su infamia: “Femicidios: cómo detectar a los que matan por amor”. Pertenece al diario Infobae, y también hablaba de la “locura que puede desatar el desamor”. La enunciación supone afirmar que efectivamente, se mata por amor, que hay diferentes tipos de casos, y que en los que efectivamente suceden por amor, hay una diferenciación, un grado menor de culpa, una explicación que lo vuelve más comprensible. La siguiente nota de Clarín, hace referencia a un caso de femicidio en el que el hijo del agresor denunció a su padre por el asesinato de su madre: “La terrible historia del nene que hizo que su papá fuera condenado a perpetua”. El femicidio en la titulación está negado, es decir, no se nombra, y la culpabilidad del acto recae en el niño, que “hace que su padre reciba cadena perpetua”. En otra oportunidad, el mismo medio titulaba “Una fanática de los boliches que abandono la secundaria” Melisa Romero era el nombre de la joven de 17 años que había estado desaparecida antes de ser hallada muerta. El título infiere culpabilidad de parte de la víctima; la pone en el lugar de mujer que es, debido a su comportamiento inmoral, sancionada, castigada por el patriarcado. Es otro caso de culpabilización de la víctima. Con frecuencia, el tratamiento de los casos de violencia contra las mujeres en la TV ofrece una lógica espectacularizada en aras de llamar la atención de los/as espectadores/as y generar audiencia, en lugar de prestar un servicio de información a la comunidad. Esto se ha visto especialmente en algunas de las coberturas realizadas sobre el femicidio de la adolescente Chiara Páez -en la ciudad de Rufino, provincia de Santa Fe, el 11 de mayo- en donde el morbo desplegado en el tratamiento periodístico en torno a las circunstancias de su asesinato alcanzó ribetes alarmantes. Contrariamente al show que se hace de estas noticias, es fundamental contextualizar los hechos de violencia contra las mujeres, reparando en aquello que los hace parte de una problemática social más amplia. En este sentido, el programa “La Cámara del Crimen” (TN) aborda cada caso en particular, calificando a estos hechos de violencia contra las mujeres, bajo la rúbrica “violencia de género”. No obstante, dado que es un programa de casos policiales, la lógica que allí impera se refiere a detalles de las causas que aparecen en tanto también incitan al morbo y a aquello de trágico que cada uno de estos casos encierra. En la emisión del 3 de mayo de 2015, por ejemplo, el conductor Ricardo Canaletti al abrir el programa expresa: “Hay una forma particularmente perversa de violencia contra la mujer. Marcadas por el fuego” (…) El tema de las mujeres marcadas por varones, marcadas por fuego”. Seguidamente se observa la emisión de un video cuyas imágenes se exhiben a un ritmo vertiginoso que se refuerza con el recurso de musicalización estridente. Así se suceden fotografías de las víctimas, junto a sus agresores y testimonios de familiares y allegados/as. A la hora de abordar la historia de Wanda Taddei, una vez más aparece la asociación entre “amor y muerte” tal como se refleja en el siguiente videograph: “La chica que amó y murió quemada”. Por su parte, el conductor realiza una dramatización sobre lo “supuestamente” ocurrido el día del asesinato. Para ello se vale de los objetos que habría utilizado el agresor (botella de alcohol, cigarrillo encendido, etc.). Así reitera y recrea una y otra vez el momento en que el agresor actuó sobre la víctima al provocarle las quemaduras. Es aquí donde la espectacularización se vuelve un recurso que prevalece en la edición del informe. Por su parte, ese mismo mes en su programa, Mirtha Legrand preguntó a una de sus invitadas, víctima de violencia de género, qué había hecho ella para merecer que su pareja le pegue. Más allá de que la conductora rápidamente se retractó, buscar en la conducta de las víctimas una justificación de la violencia machista es un lugar común de un discurso que, quienes están al frente de un programa en un medio de comunicación, deben superar. Otro caso fue el de la presentadora de televisión Sol Pérez y el actual candidato a diputado Javier Milei. Ambos se trenzaron en una acalorada discusión sobre la coyuntura política y económica del país en el programa “Las Rubias”, conducido por Marcela Tinayre, donde ella era panelista. Milei, fiel a su estilo verborragico cargado de violencia (sobre todo para con las mujeres) la tildó de incapaz e ignorante y de no saber de lo que estaba hablando. No es la primera vez que el líder del denominado “partido libertario”- un eufemismo en su caso para ocultar su naturaleza fascista cuasicriminal- ejerce violencia discursiva hacia alguna mujer. En este caso, además del tono exacerbado y colérico en cuanto a las formas, el contenido de anular a su interlocutora con descalificaciones permanentes hacia su persona y condición de mujer eran notorias. Cada respuesta (con argumentos razonables) que daba la panelista, eran respondidos con encendidos ataques a una supuesta falta de capacidad y formación intelectual.  «Más allá de sus agresiones y su violencia no paraba de fritarme y no quería escucharme. Le pedían que se callara, pero seguía gritándome, hasta que por eso le pidieron que se retirara del programa”, dijo Pérez quien, finalmente, terminó llorando. Indignada por lo vivido, luego mostró una serie de tweets descalificantes hacia su condición de mujer.  Sin embrago, una nota de Infobae tituló lo siguiente: “Fuerte discusión al aire entre Sol Pérez y Javier Milei: la panelista se puso a llorar y al economista lo echaron del programa”.  La nota está construida en función y con el objetivo de presentar lo que claramente era una agresión misógina y violenta hacia la mujer, como una “fuerte discusión al aire”. Los presenta como dos simples interlocutores intercambiando ideas y hasta recalca que a Milei “lo echaron del programa”. De algún modo se termina victimizando al victimario o por lo menos se tiende a guardar silencio de lo central que había sido la violencia discursiva hacia la mujer.

Tal vez el caso más emblemático, donde se juntan violencias discursivas desde variados frentes mediáticos, es el caso de la ex presidenta y actual vice presidenta de la nación Cristina Fernández de Kirchner. Sobre CFK se escribieron en una década aproximadamente 35 libros en su contra por parte de periodistas del establishment. Un sin fin de tapas de diarios y revistas, como así también de medios audiovisuales y radiales, fueron y son portadores de discursos enmarcados en el odio político, pero también en la misoginia. Atacan su condición de mujer bajo un relato claramente anti peronista camuflado en un discurso contra la corrupción y a favor de un supuesto purismo republicano. Vemos por ejemplo declaraciones del conocido periodista Eduardo Feinnman como las siguientes: “Es verdad, vivo pensando en Cristina presa con el traje a rayas”. Pero el periodista estrella de A24 en aquel momento y de LN+ (canal financiado por Mauricio Macri) actualmente, no se quedó atrás, la acuso de antisemita. La impunidad de ciertos medios a la hora de injuriar y atacar a veces no parece encontrar límites. Otro momento que marcó un cenit en la violencia de género hacia la actual vicepresidenta, fue el caso con el histórico caricaturista y dibujante político del diario Clarín, Hermenegildo Sabat. En 2008, durante el conflicto con las patronales del campo y luego en 2017, cuando “se filtraron” escuchas de Cristina Kirchner y Oscar Parrilli, el dibujante realizó una caricatura con la boca de CFK tachada y un ojo morado. A pesar de representar una clara muestra de intimidación cargada de violencia, los medios titulaban: “Las caricaturas de Sabat que enfurecieron a Cristina Kirchner” o “El día que Cristina Kirchner se enojó con Sabat y lo acusó de mafioso”.  La violencia de género ejercida contra la mujer, parece estar ausente en la construcción informativa de dichos medios periodísticos. El agredido y perseguido pareciera ser el dibujante que resulta ser el objeto de ataques y señalamientos por parte de una postura intolerante de Cristina Kirchner. Nuevamente la mujer pasa a ser una especie de victimaria bajo un dispositivo construido para culpabilizarla. Específicamente en la nota de Clarín se puede ver como el medio tergiversa el suceso (violencia de género) y lo invierte bajo un perverso mecanismo de culpabilizar a la víctima“Una de los ataques más resonantes de los últimos años fue el que Sabat recibió desde el kirchnerismo a partir de una mención pública que hizo la entonces presidenta Cristina Kirchner en 2008, en pleno conflicto con el sector agrícola por el frustrado proyecto de retenciones móviles”.

Allá por el año 2012, durante su segundo mandato, la revista Noticias presentaba en nota de tapa la imagen de CFK en una postura “erótica” de goce sexual exaltado. El goce estaba emarcado en un supuesto estado de perversión, de desmesura del uso del poder, y en un uso excesivo de la cadena nacional. Es presentado el goce femenino como un pecado de una mujer enferma de poder y ambiciones. Otro claro caso de violencia mediática y de género. El medio titulaba: “Cada día se muestra más desenfadada y sensual. Porque el poder y el contacto con el pueblo erotizan a los líderes políticos” Pareciera que se la acusa de gozar y de construir poder junto al pueblo que la apoya, un pecado por su condición de mujer. Se la coloca en un lugar de “mujer pervertida” y se la culpabiliza por gozar. Por otro lado, el “contacto con el pueblo” pasa a ser algo negativo que hace perder “racionalidad” en la toma de decisiones. Años después, la revista hace un descargo y nuevamente arremete contra el “enojo de la presidenta” e intenta justificar la nota. En síntesis, la mujer violentada siempre es acusada de tener reacciones de “enojo”, o dando a entender que se exagera en las acusaciones de violencia de genero.

Esta inversión de la carga de la culpa es la llave maestra de la historia canalla de la demonización de las mujeres en cualquier tiempo, lugar, formato y uso de recursos. Y, esencialmente, es la leña que alimentaron y alimentan aún las hogueras del odio.

Ilustración: Romina Ferrer

 

FUENTES

 

https://generoytrabajo.com/2018/11/20/violenciasimbolica/

  • La incurrencia de grupos antiderechos en Latinoamérica (Adrianzén y Yáñez, 2020)

https://www.agencianova.com/nota.asp?n=2021_3_4&id=95981&id_tiponota=4

https://www.losandes.com.ar/politica/quien-es-la-bailarina-armenia-de-32-anos-que-trabaja-como-secretaria-de-guzman-y-aparece-en-la-lista-del-vacunatorio-vip/

https://www.clarin.com/sociedad/pego-bailaba-denuncio-facebook_0_ryXQ_89wmx.html

https://www.lacapital.com.ar/informacion-general/un-ex-novio-le-desfiguro-la-cara-celos-una-fiesta-mar-del-plata-n480323.html

https://www.infobae.com/2015/05/06/1727028-femicidios-como-detectar-los-que-matan-amor/

https://www.clarin.com/sociedad/terrible-historia-hizo-condenado-perpetua_0_SJ6fU7FwXe.html

https://www.ciudad.com.ar/espectaculos/sol-perez-mostro-tremendos-mensajes-machistas-compartio-javier-milei-contra-ella_114670

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